🔸 Cuando se lanzó en 1975, el Ford Transcontinental parecía tener todo a su favor; sin embargo, tan solo 8 años después, el modelo dejaba de fabricarse. ¿Cuáles fueron las razones de tan sonado fracaso?
MADRID ─ Hace unos días, publiqué un artículo en este blog sobre un hecho que el paso del tiempo ha ido sumiendo en el olvido. Me refería entonces a que, en la primera mitad de los años 1980, dos rivales sin cuartel como tradicionalmente han sido las estadounidenses Paccar y Ford, tuvieran que colaborar en la etapa final del modelo Transcontinental que la segunda de esas compañías construía en Europa, de manera que la primera de ellas produjo durante 18 meses medio millar de unidades en unas instalaciones que habían pertenecido a Foden, el fabricante británico de camiones que tras quebrar había sido adquirido por Paccar. Prometía entonces dedicar otro artículo en este blog a los ampliamente debatidos motivos del fracaso del Ford Transcontinental y voy a cumplir hoy aquella promesa, esperando convencer a los lectores de MOTORSCOPIO de que el error de llevar el positivo a masa en el sistema eléctrico del Transconti, en contra de lo habitual en los camiones europeos, fue sólo responsable en una mínima parte de aquel fracaso.
A tal fin, he elegido un artículo bastante extenso que, firmado por Andrew English, apareció en octubre de 1988 en la revista Commercial Motor, que, como ya he comentado en diversas ocasiones, fue una de las que yo utilicé para formarme como periodista especializado en el mundo de los vehículos industriales. He escogido este texto por considerar que en él se analizan en profundidad los errores que pudo cometer Ford con su Transcontinental desde muchos puntos de vista.
Así que, advirtiendo al lector que tenga siempre presente, sobre todo de cara a los tiempos verbales, que el artículo en cuestión fue escrito hace 34 años, paso sin más a traducir dicho artículo:
ADELANTADO A SU TIEMPO
por Andrew English. COMMERCIAL MOTOR, 6 de octubre de 1988.
• Construido más fuerte para durar más, el modelo Transcontinental de Ford se lanzó a mediados de 1975. En ese momento, Commercial Motor escribía: A los conductores les encantará el Ford Transcontinental", pero ocho años más tarde, la publicación informaba de que habían caído dos Ford, refiriéndose al camión Transcontinental y a la serie A de la misma compañía
Todavía puede verse la característica cabina de los Transcontinental también usada por Renault (pero nacida en Berliet) mientras sube cabeceando por la M1, y el camión sigue siendo muy valorado por los propietarios-operadores y flotas como la Alpine de la National Freight Corporation (NFC), que distribuye los alimentos congelados de Birds Eye y, últimamente, también Rudclles Bitter Beer. Sin embargo, por lo que respecta a ventas, tras su lanzamiento, el Transcontinental se fue abriendo camino hacia una caída masiva de la demanda de camiones que se produjo alrededor de 1980, o al menos esa es la historia que Ford cuenta sobre la desaparición de su Transcontinental, un producto que con frecuencia se describe como construido antes de tiempo.
Pero en realidad, las razones del fracaso del Transcontinental tienen más que ver con Ford que con la caída del mercado; y, a pesar de la fusión de varias empresas a que dio lugar la caída de la demanda, los principales rivales del Transcontinental han seguido siendo fuertes. La desaparición del Transconti fue más bien un triste reflejo de la incapacidad de Ford para fabricar y vender un producto de volumen relativamente bajo en un mercado altamente competitivo.
Nuevo terreno
Diseñado por un selecto colectivo de ingenieros dirigido por Walter Manning (que antes había trabajado para Guy, otro constructor británico de camiones), el Transcontinental abrió nuevos caminos para Ford al usar componentes comprados a proveedores externos.
Como los chasis estadounidenses ya estaban diseñados para aceptar motores Cummins, Ford Europa también eligió esos motores para propulsar sus Transcontinental. Los primeros se basaron en el Cummins de 14 litros. Sin embargo el primer modelo del Transcontinental, el Mark 1, usó un Cummins estadounidense de aspiración natural con una cilindrada de 15,2 litros al que se denominó Super 252. Esta unidad daba una potencia de 242 caballos. Se optó por esta motorización ante la insistencia de Ford Alemania en competir con los motores Mercedes de aspiración natural. Los otros tres motores eran todos derivados turboalimentados del motor Cummins NTC 355E, con una potencia nominal de 269, 304 y 335 caballos).
Los nuevos motores eran todos derivados de las unidades de la serie E de Cummins y recibieron el sobrenombre de motores Big Cam debido al aumento del diámetro del árbol de levas de 50,8 a 63,5 milímetros. Los modelos base recibieron el motor NTE 290 (255) de potencia reducida que proporcionaba alrededor de 244 caballos netos, el NTE 290 daba 274 caballos, el NTE 350 daba 320 caballos y el motor NTE 370, más grande, daba 352 caballos. Todos iban equipados con turbocompresores Holset, con las tres primeras unidades dando su potencia máxima a 1.900 revoluciones por minuto (rpm) y la unidad NTE 370 a un régimen de giro algo más alto (2.100 rpm).
Las cajas de cambios que se utilizaron fueron las Fuller de nueve marchas tipo range, con un splitter opcional en las cuatro marchas superiores. El embrague era un Dana Spicer de doble disco y los ejes eran unidades de reducción simple de Rockwell.
No hay duda de que con una cadena cinemática Cummins/Fuller/Rockwell, el Transcontinental tenía garantizada una gran duración. Aquel gran camión también utilizó algunos de los últimos avances en su equipamiento. En varias ocasiones, el Transcontinental estuvo equipado con cubos llenos de aceite; freno de escape tipo guillotina; dirección asistida de dos cilindros; cabina con suspensióna; disyuntores en lugar de fusibles; largueros de chasis de alta resistencia a la tracción; y un elaborado sistema de verificación de sistemas que podía usarse desde la comodidad de la cabina.
Por el lado de la ingeniería, la mayoría de las quejas contra el Ford Transcontinental se referían a la cabina y a la suspensión. La cabina Berliet era muy pesada con lo que, por ejemplo, la tara del Ford HA 4227, 6.913 kilos, superaba en más de una tonelada a la del Scania LB III o a la del MAN 16.232.
Se rumorea que Ford no estaba contento con ofrecer un freno Jacobs Brake con la especificación, ya que agregaba alrededor de 100 mm a la altura del motor y, por lo tanto, a la cabina. Tal como estaba, la cabina era 300 trun más alta que la de cualquiera de los rivales del Transcontinental, lo que tuvo su repercusión en el consumo de combustible del Transconti.
El otro problema con la cabina era el sistema de suspensión que a muchos conductores les parecía demasiado blando lo que permitía que la cabina oscilara de forma bastante desconcertante. Ford siempre negó que el asiento, la cabina y la suspensión del vehículo pudieran desfasarse y causar este efecto; pero después de que la compañía modificara las tasas de resorte y amortiguación en la suspensión del vehículo, hubo muchas menos quejas.
Otra posible causa del efecto de cabeceo observado en muchos Transcontinental puede haber sido la facilidad con la que se podía sobrecargar el eje delantero, incluso con un peso bruto de 32 toneladas. en NFC se topaban continuamente con este problema, lo que les obligaba a tener mucho cuidado al cargar o descargar los semirremolques.
El chasis provocó algunas quejas, ya que los largueros de acero de alta resistencia eran difíciles de perforar y soldarlos reducía la resistencia del metal. Ford vendió ocho orificios perforados en el chasis para 232 como opción para vehículos especiales cuando apareció el Transcontinental. (ADVERTENCIA: esta última frase plantea problemas de traducción; la frase en el texto original en inglés es la siguiente: Ford sold eight drilled holes in the frame for 232 as a Special Vehicles Option when Transcontinental first appeared).
Es dudoso que el Transcontinental obtuviera muchas ganancias hasta que la producción se transfirió a la planta Sandbach Engineering, propiedad de Foden/Paccar, en 1981. Fue usando la pintura de los camiones Karrier en Dunstable y durante los 18 meses de vida que aún le quedaban cuando el Transcontinental comenzó a dar beneficios con claridad.
En el momento del lanzamiento de Transcontinental en 1975, la red de concesionarios Ford estaba formada principalmente por concesionarios de turismos, algunos de los cuales estaban equipados para dar servicio a los camiones ligeros de las series A y D. En el continente, esto era un problema aún mayor, ya que muchos concesionarios solo estaban equipados para dar servicio a los turismos. Actualizar la red de distribuidores para hacer frente a las necesidades del Transcontinental era muy costoso y tuvo más éxito en el Reino Unido que en la Europa continental.
Los competidores de Ford reaccionaron fuertemente al lanzamiento del Transconti, y ofrecían grandes descuentos cuando se les compraban vehículos para flotas monomarca. Los vendedores de Ford de la época contaban que muchos grandes pedidos recibidos en un salón del automóvil, se cancelaban después de la visita de los comerciales de alguna marca de la competencia una semana después. De hecho, al principio al Transcontinental le fue razonablemente bien en ciertos países europeos, como Francia e Italia. Sin embargo, esos pedidos iniciales rara vez se repitieron.
El otro aspecto del marketing del Transcontinental era el precio del vehículo. En 1975, el Ford HA 4227 costaba 213.450 libras esterlinas incluyendo una quinta rueda. El Scania LB112 equivalente costaba 213.206, el Volvo F88-32 213.025, el Scammell Crusader 213.016, el Leyland Marathon 212.842 y el Guy Big J4T 210.406. El alto precio del Ford incluía la cabina dormitorio estándar, pero aún era un vehículo costoso para una operación de solo 32 toneladas.
No obstante, antes de que esto ocurriera, la filial de Ford en el Reino Unido ya se había apresurado a cortar brazos para salvar al paciente. Uno de esos brazos malsanos fue el proyecto Transcontinental, y el hombre del hacha fue Alex Trotman, entonces vicepresidente de operaciones de camiones de Ford Europa.
El selecto clan de ingenieros y comercializadores se dividió y se esparció por los cuatro vientos del automóvil. Muchos de ellos todavía trabajan para Ford o Iveco Ford, aunque Bob Lutz, el hombre que originalmente estaba al mando, ahora dirige Chrysler en Estados Unidos. Él no ha querido hablar con nosotros porque no quiere ser un cuartel de retaguardia en retrospectiva (lo que sea que eso signifique).
Sin embargo, mucha gente lo ha hecho y la mayoría de ellos están orgullosos de haber trabajado en el proyecto Transcontinental.