🔸 Entre los grandes hombres que han construido la historia de la marca Citroën en particular y del automóvil en general, Paul Magès, el padre de la legendaria suspensión hidroneumática, merece un puesto destacado
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Camioneta Citroën de tracción delantera para 850 kilos de carga. Se produjeron muy pocas unidades de este modelo, también conocido como TUB, entre 1939 y 1941. Sería sucedido por el modelo TUC |
En 1934 se convirtió en el vicerresponsable del departamento de transporte. Dos años más tarde reestructuró el departamento de reparaciones y en 1938, poco antes de la Segunda Guerra Mundial, fue nombrado jefe del llamado departamento de Súper Control, la estructura que se ocupaba de supervisar los demás departamentos de la empresa. En aquellos años, Citroën estaba dirigida por Pierre Jules Boulanger, que, entre tanto, había alcanzado la presidencia después del fallecimiento del fundador en julio de 1935.
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Paul Ernest Mary Magès, inventor de la suspensión hidroneumática Citroën |
Magès ya había hecho prácticas con la hidráulica: para el furgón TUB (Type Utilitaire B), presentado poco antes de la Guerra y del que se fabricaron muy pocas unidades y, para los vehículos industriales pesados de Citroën, Magès había desarrollado un sistema de regulación automática de la frenada en función de la carga, un dispositivo que se reutilizó y se mejoró en otros vehículos posteriores de la marca.
Suspensión innovadora
En el grupo de Lefebvre, el primer encargo para Magès fue el estudio de una suspensión innovadora para el futuro 2CV.
El objetivo de una suspensión es combinar el comportamiento en carretera con el confort. Si una suspensión es confortable, el riesgo es que, en una carretera deforme, las ruedas pierdan contacto con el firme lo que generaría un comportamiento en carretera poco seguro, sobre todo en curva. Por otra parte, si los amortiguadores se endurecen en exceso, la más mínima irregularidad en el asfalto comprometería el confort de los pasajeros. Hay que buscar, por lo tanto, un compromiso entre ambas situaciones. El mismo que buscaban los fabricantes de carros de caballos y que seguía siendo uno de los grandes objetivos de los fabricantes de coches de la década de 1940.
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En 1944 y tras dos años de experimentos, Paul Magès ponía a punto el 2CV, el primer automóvil equipado con la nueva y revolucionaria suspensión |
Primer elemento: el gas
Magès había seguido el consejo que Lefebvre daba cada día a sus colaboradores: partió de una hoja en blanco, afrontando el problema de la suspensión de un vehículo como si nada se hubiera desarrollado antes en este ámbito. En primer lugar, había elegido un nuevo elemento elástico: ni muelles, ni ballestas metálicas, sino un balón lleno de gas.
El gas, a diferencia del metal, no está sujeto a la pendularidad: si se comprime un muelle y posteriormente se suelta, éste oscilará un tiempo antes de volver a su posición inicial. Es lo que sucede con los muelles y las ballestas si no se les añade un amortiguador. Cuanto más duro es el amortiguador, mejor es la estabilidad del vehículo porque se reduce la capacidad de oscilar de las ruedas y, por lo tanto, éstas están siempre en contacto con el firme. Pero esa dureza excesiva de los amortiguadores comportará que todas las irregularidades del firme se transmitan al vehículo sin poder ser filtradas y, por lo tanto, el confort a bordo se verá drásticamente reducido. Esto no sucede con el gas porque cuando se vuelve a expandir una vez comprimido, vuelve a su volumen final sin oscilaciones. Y no solo eso: además, se consigue, de este modo, una suspensión autorregulante. Si, pongamos por caso, se apoya un peso de 1 kilo sobre un muelle, este se comprimirá 1 centímetro. Si el peso es de 2 kilos, el muelle se comprimirá 2 centímetros y así sucesivamente hasta llegar a anularse a sí mismo y, con ello, la acción de la suspensión.
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El GS, presentado por Citroën en 1970, también equipaba la suspensión hidroneumática diseñada por Paul Magès |
Segundo elemento: el líquido
Entra ahora en juego el segundo elemento de la suspensión hidráulica: el líquido. Está claro que no es posible colocar cuatro globos de gas entre el coche y sus ruedas y, por lo tanto, hace falta pensar cómo unir los depósitos de gas a los ejes del vehículo. La solución es relativamente simple: usar pistones rellenos con un líquido que, a su vez, comprima el gas contenido en esferas en las que un diafragma evita que el gas y el líquido se mezclen.
Así funcionaba el primer 2CV hidroneumático: cuatro esferas (una por rueda) contenían gas separado del líquido mediante una membrana de corcho. Sobre el papel, todo parecía perfecto. El problema era que el corcho no resistía la presión y se rompía en el primer bache. Y en 1944 si había algo abundante eran los baches en las carreteras. Puesto que era imposible eliminarlos todos, hacía falta sustituir el material del diafragma para lo cual, la experiencia de Michelin con la goma resultó ideal. Los resultados obtenidos por Paul Magès fueron tan sorprendentes que se le pidió que continuara con su proyecto y la empresa le concedió algunos colaboradores para ocuparse de esta nueva suspensión a tiempo completo.
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En el Citroën XM, propulsado por un motor de 6 cilindros en V, no podía faltar la suspensión hidroneumática de Magès |
Traction Avant 15 Six H
La primera aplicación práctica de la suspensión hidroneumática que caracterizaría a las grandes berlinas de Citroën en los años sucesivos llegó en 1954 con el lanzamiento del Traction Avant 15 Six H, en cuya denominación la H significaba Hidroneumático. La solución elegida fue un tipo híbrido entre la suspensión tradicional delantera y la hidroneumática autonivelante en el eje posterior donde el coche eliminaba la diferencia de altura producida por la carga. ¡Un triunfo!. La prensa y los clientes alabaron unánimemente la nueva suspensión que absorbía con eficacia los obstáculos y mantenía el coche siempre en un plano horizontal independientemente de la carga.
Al año siguiente, 1955, aparecía el primer coche que montó por primera vez esta suspensión en las cuatro ruedas. Fue el DS19 y, desde 1970, numerosos modelos de la marca como los GS, SM, CX, GSA, BX, XM, XANTIA, C5 y C6, coches de gama media y alta, también la utilizaron.
Paul Magès falleció en 1999 a los 92 años de edad y firmó asimismo otras maravillas tecnológicas como la dirección Di.Ra.Vi. que equiparon los SM y CX y las versiones V6 del XM, demostrando en una época en la que la electrónica todavía no se había desarrollado de manera que pudiera asegurar determinadas funciones con seguridad, que el único límite para la tecnología era la propia fantasía. Y a Paul Magès si algo no le faltaba era fantasía, constancia y firmeza en las convicciones propias, algo que lo convertía en un técnico realmente distinto del resto.
FUENTE: CITROËN