►BMW, Daimler, el grupo Volkswagen y los proveedores Bosch y ZF, investigados por las autoridades alemanas por posibles prácticas anti libre competencia en el precio del acero
Matthias Müller, presidente ejecutivo de Volkswagen |
MADRID ─ Llevábamos demasiado tiempo ─¿una?, ¿dos semanas?─ sin que saliera a relucir un nuevo asunto tormentoso en la industria del automóvil y hete aquí que, según Reuters, parece que las autoridades alemanas antimonopolio han estado inspeccionando diversos centros y oficinas de las firmas BMW, Daimler, el grupo Volkswagen y los proveedores Bosch y ZF por, según parece, posibles acuerdos entre ellas para manipular el precio del acero, la materia prima por excelencia de los vehículos de motor y en la que, lógicamente, la industria del automóvil invierte todos los años una importantísima cantidad de dinero. Y eso sólo un par de días después de que Matthias Müller, presidente ejecutivo de Volkswagen, ante las insinuaciones de las autoridades comunitarias en el sentido de que los automovilistas del Viejo Continente deberían recibir de la compañía alemana un trato similar al que ésta ha dispensado a los automovilistas estadounidenses, haya respondido, coloquialmente hablando, ¡Tururú!. ¡Es que no paramos!.
Según las autoridades alemanas antimonopolio, cuatro fabricantes de vehículos y dos de sus proveedores están siendo investigados por la posible formación de un cártel para ponerse de acuerdo en cuanto al precio que debían pagar por el acero adquirido por todas ellas.
Como sólo se han confirmado cinco compañías investigadas por ese motivo, los medios de comunicación alemanes andan locos para averiguar qué empresa es la sexta. Opel ha negado que las autoridades antimonopolio hayan inspeccionado alguno de sus centros u oficinas.
Un portavoz de las autoridades alemanas antimonopolio ha indicado que en las inspecciones han participado 50 personas de su plantilla apoyadas por la Policía, pero se ha negado a concretar cuáles eran las compañías que habían sido investigadas.
Europa es diferente
La noticia llega poco después de que Matthias Müller, presidente ejecutivo de Volkswagen, tras llegar a un acuerdo con las autoridades estadounidenses para indemnizar a los compradores de los vehículos de este grupo alemán que llevaban un sistema para falsear las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) que le va a costar 15.000 millones de dólares (unos 13.550 millones de euros al cambio actual) a este grupo alemán, haya dicho que no tiene la menor intención de dar el mismo trato a los usuarios europeos.
No hay que ser un gran matemático para percatarse de que una indemnización como la exigida por las autoridades estadounidenses a unos niveles arbitrariamente altos hundiría a Volkswagen. El caso de Europa no es igual. En Estados Unidos, los límites establecidos para las emisiones contaminante son mucho más exigentes, lo que hace más complicado cumplirlos. Por otra parte, exigir al fabricante la recompra del vehículo afectado por el problema es algo voluntario en Estados Unidos, algo que no sería aplicable en Alemania, por ejemplo, comentó Müller.
Esa ha sido la respuesta de Müller a las tímidas insinuaciones de las autoridades comunitarias en el sentido de que Volkswagen debería aplicar un plan de indemnización similar en la Unión Europea. Pero la diferencia entre Europa y Estados Unidos no es cosa de las condiciones de recompra, ni de emisiones más estrictas, sino de que el grupo alemán tiene cogidos por esa parte que en el cuerpo del hombre se encuentra tres cuartas más abajo de las narices a los gobiernos de los países europeos por el empleo que generan o mantienen los fabricantes de automóviles en muchos de esos países.
Otra cosa es el caso de Corea del Sur, no porque allí la normativa sobre limitación de emisiones contaminantes sea más similar a la de Estados Unidos que la europea, sino porque allí el empleo que genera el grupo alemán es poco importante. El gobierno surcoreano ha denunciado a Volkswagen por el asunto del falseo de emisiones y también por que la compañía alemana falseó asimismo las especificaciones técnicas de sus vehículos para que pareciera que cumplían las exigencias de homologación para ser importados en Corea del Sur.
Dado que el número de afectados en el país oriental por el escándalo de las emisiones es del orden de 5.000 personas y que Volkswagen no tiene allí la posición de fuerza de que disfruta en Europa, no sería descartable que los de Wolfsburg terminaran llegando a un acuerdo con el gobierno surcoreano similar al firmado con Estados Unidos.