• La IRU ha solicitado al Ayuntamiento de la Ciudad Eterna una reunión urgente para discutir el proyecto, que considera desorbitado
MADRID ─ La Unión Internacional del Transporte por Carretera (IRU por sus iniciales en inglés) ha dirigido una carta al departamento de Movilidad del Ayuntamiento de Roma en la que solicita una reunión urgente con las autoridades municipales de la Ciudad Eterna para que éstas tengan conocimiento de cuáles son los puntos de vista de la industria europea del transporte en autobús y en autocar sobre el proyecto que ese Ayuntamiento tiene de establecer una tasa diaria de 1.000 euros para los autocares de turismo que quieran acceder a Roma.
Yves Mannaerts, presidente del Consejo de Transporte de Viajeros de la IRU, ha manifestado que la implantación de un proyecto semejante sin haber escuchado la opinión de la industria del transporte representa una intolerable discriminación de la industria del transporte en autocar que, además, tendrá efectos muy negativos en la movilidad romana y en la industria hotelera y de restauración de la ciudad.
Oleg Kamberski, responsable de la IRU para el transporte de viajeros, también ha incidido en los graves daños que una medida de ese tipo puede hacer al tejido industrial que Roma tiene en relación con el turismo. En 2014, entraron en Roma 90.000 autocares; si se restringe el acceso a la ciudad de la forma en que parece querer hacerse, los viajeros transportados por los autocares tendrán que buscar otra solución de transporte lo que redundará en un aumento de los atascos, más emisiones de CO2 y más accidentes de tráfico, dice Kamberski.
Para la IRU, las intenciones del Departamento de Movilidad del Ayuntamiento de Roma son contrarias a cualquier aproximación coherente a la movilidad sostenible, ya que los autocares están considerados como el sistema de transporte colectivo por carretera con menores emisiones contaminantes.
La verdad es que el proyecto en cuestión es sorprendente, sobre todo para una ciudad como Roma, cuya riqueza arqueológica tiene desde hace muchos años congelada la expansión del transporte colectivo por ferrocarril subterráneo (metro). De acuerdo que el autocar, por sus dimensiones, es siempre un vehículo con menor agilidad circulatoria, pero no se entiende muy bien cuáles son las intenciones que se persiguen con una tasa que equivaldría a la prohibición de que los autocares circularan por Roma, ya que el servicio alternativo, prestado por autobuses urbanos, requería un aumento importante de la flota de estos vehículos, el cual absorbería la ganancia que la eliminación de los autocares turísticos pudiera aportar a la descongestión del tráfico en Roma.
La única explicación que se nos alcanza es que lo que pretende el Ayuntamiento de Roma sea obtener una importante fuente de ingresos a base de gravar a los autocares de turismo y que, consciente de que será precias una dura negociación, ha comenzado por una apuesta muy alta, para ir reduciéndola luego. Téngase en cuenta que aunque al final sean sólo 100 euros en lugar de 1.000, los 90.000 autobuses que entraron en Roma en 2014 representarían 9 millones de euros, que no está nada mal como ingreso extra... ¡Y eso en el caso de que cada uno de esos 90.000 autobuses sólo hubieran entrado en Roma un día en el año!
Mucho nos tememos que entramos de lleno en una etapa de desatinos generalizados por parte de las autoridades municipales de media Europa, incapaces de encontrar una solución a un problema prácticamente irresoluble. El Ayuntamiento de Madrid ya nos amenaza con imponer restricciones al acceso a la capital de España, usando para ello el sistema de las matrículas pares un día, las impares otro, y delegando así en la estocástica sus responsabilidades con el ciudadano en lo que a movilidad se refiere, amén de pasar por alto algo tan importante como asegurarse de que tiene capacidad para ofrecer un transporte colectivo de viajeros alternativo.