jueves, 4 de mayo de 2017

LA SUPUESTA ESCASEZ DE BUENOS CONDUCTORES: ¿UNA DIATRIBA IRRESOLUBLE?

Los camiones modernos disponen de sistemas muy sofisticados para luchar contra la escasez de buenos conductores pero, al tiempo, requieren conductores más y más preparados para aprovechar al máximo el potencial que ofrecen todos los sistemas electrónicos embarcados en el vehículo



Aunque no lo parezca, en la cabina de un camión el conductor de éste
dispone de muchos más instrumentos de control de los que habitualmente
pueden encontrarse en una oficina
MADRID ─ No hace más que unos días, durante un acto de entrega de un par de cabezas tractoras de Renault Trucks al centro de formación CEFTRAL-CETM, escuchando a unos y a otros, corroboré la sensación, que había comenzado a percibir hace ya bastantes años, de que el mundo del transporte por carretera se encuentra ante una situación un tanto paradójica.

Por un lado, la dureza de la profesión de conductor de vehículos industriales ha hecho que en décadas pasadas y por efecto de la jubilación de muchos excelentes camioneros se fuera percibiendo una creciente escasez de buenos profesionales, ya que las nuevas generaciones huían con frecuencia de tomar el relevo de sus mayores, no estando dispuestos a afrontar los sacrificios que el oficio exige: largos períodos fuera de casa, horarios muy exigentes, etc.

Que si me revientan los cambios, que si me funden los embragues, eran algunas de las muchas quejas que se escuchaban por doquier dentro del sector transportista, desde el cual se subrayaba la creciente escasez de buenos conductores profesionales. ¿Habéis probado a pagarlos?, recuerdo que pregunté en una ocasión a Ovidio de la Roza cuando estaba en la presidencia de CETM.

Aunque evidentemente, el tema salarial es un factor que sin duda contribuyó en algún momento a incrementar el rechazo a la profesión en las nuevas generaciones, la realidad es que el resultado final era de cualquier manera que cada vez había menos conductores adecuadamente preparados. Y fue entonces cuando los propios fabricantes de vehículos empezaron a tratar de paliar una parte del problema introduciendo sistemas y desarrollos como las cajas de cambios robotizadas, las suspensiones y frenos controlados electrónicamente, sistemas predictivos de pendientes con ayuda de GPS  y muchos etcéteras.

¿Se le saca partido a la tecnología embarcada?

¿Pero todos esos dispositivos electrónicos y telemáticos son aprovechados adecuadamente por los conductores actuales?.  Me temo que la respuesta es negativa o al menos esa sensación saqué yo de lo oído aquí y allá durante el acto mencionado en CEFTRAL-CETM. Y mucho me temo que cada paso que da la tecnología en pro de evitar daños a los vehículos a consecuencia de una conducción inadecuada, facilitando con ello el acceso a la profesión, esté complicando la permanencia en luna profesión que cada vez exige más y más formación no ya en el plano mecánico, sino en el relativo a los conocimientos requeridos para un mejor aprovechamiento de cuanto ofrece esa tecnología en el frente de la explotación del camión.

Todo lo relativo a la formación me interesa, pues esa actividad ha sido una de las vertientes, en paralelo con alguna otra, de mi vida profesional, de ahí que me decidiera a escribir este comentario.

Aunque los temas que desarrolla sean dispares, la formación con fines laborales tiene una serie de características comunes al margen de la disciplina digamos técnica a que dicha formación corresponda. Entre ellas se encuentra el hecho de que el empresario ─la empresa─ siempre considera ─salvo tan escasas como honrosas excepciones─ que la formación es algo que se adquiere por ciencia infusa, rechazando de antemano que haya que conceder al empleado el tiempo necesario para formarse y esperando que, en último caso, lo haga en su tiempo libre y no en el correspondiente a la jornada laboral.

El alumno debe aprovechar los cursos

También es cierto que el alumno ─aquí va a haber para todos─ con frecuencia rechaza de antemano que tenga necesidad de formarse. ¿A mí me va a enseñar éste ─el instructor─ a conducir un camión al cabo de los años que llevo de profesión!, es la idea con que con lamentable frecuencia acuden los alumnos a los cursos. Y quien dice a conducir un camión dice a reparar un motor, a manejar un ordenador, etc., etc.

Y con ésta frecuente actitud de rechazo a priori, los alumnos no se percatan de que lo que se les va a enseñar puede que nada tenga que ver con conducir un camión o manejar un ordenador con los criterios ancestrales sino con las tecnologías más avanzadas, las que él, que se considera tan experimentado, desconoce por completo.

Otro tema crítico es el del aprovechamiento de la formación. Con frecuencia, cuando conseguimos que nuestra empresa nos mande a seguir un curso de formación, consideramos éste como una oportunidad de relajo, de escaqueo de la rutina laboral y no hacemos demasiado caso de lo que en el curso se nos cuenta.

Es deprimente para un formador que llevó a cabo con todo esmero las dos horas que ahora suele requerir la explicación impartida cuando se entrega un camión nuevo a un transportista, encuentre al cabo de los cuatro años del leasing del vehículo el manual, aún envuelto en el celofán protector, que tanto recomendó en su momento que fuera leído por el conductor.

Y sin embargo, no ya la lectura sino el estudio ─¡sí, sí, el estudio!─ de esos manuales es vital para sacar el máximo rendimiento de un vehículo moderno. La aseveración de hace años en el sentido de que para conducir un camión ya había que ser más ingeniero que conductor, ha venido resultando más y más aplicable con el paso del tiempo. Aún más, en la actualidad habría que modificarla y decir que, para conducir un camión moderno ya hay que ser más ingeniero y empresario que conductor

Y no se considere esto último como una actitud elitista, ni mucho menos. La célebre frase de que siempre conduciría mejor un tranvía un abogado que un patán no la pronuncié yo; creo que se atribuye a Lenin.