lunes, 7 de noviembre de 2016

SE NOS DEBE UNA EXPLICACIÓN SOBRE EL "AFFAIRE" SEGUÍ-DGT

El nuevo gobierno tiene cosas muy importantes que hacer pero debería dedicar un ratito a explicar a los españoles que pasó con el asunto de la adjudicación dactilar de proyectos de investigación de la DGT al marido de la exdirectora general de Tráfico



No nos resistimos a hacernos eco aquí del agudo comentario
satírico que sobre el affaire del marido de María Seguí se hacía
en su momento en Rocambol News y que aparecía ilustrado
con esta composición gráfica
MADRID ─ Ahora que Jorge Fernández Díaz ya no puede acogerse a lo de ser un ministro en funciones, Juan Ignacio Zoido, quien releva al anterior en el cargo de ministro del Interior, debería dedicar algún tiempo a desenterrar el informe de la investigación que este último llevó a cabo sobre las posibles irregularidades en la adjudicación de proyectos de investigación de la Dirección General de Tráfico (DGT) al marido de María Seguí cuando ésta era directora general de dicho organismo, informe que fue enterrado por Fernández Díaz en el ministerio que dirigía Cristóbal Montoro y más concretamente en la Secretaría de Estado de Administraciones Públicas. Cerrar el asunto diciendo que posiblemente haya un conflicto de intereses no es admisible ─sobre todo cuando nadie nos ha aclarado aún si lo había o no lo había─ y no basta con que María Seguí dimitiera y se le aceptase su dimisión.

A mediados de julio último, Fernández Díaz comentó a los periodistas que el informe se había remitido a la oficina de conflictos de intereses del Ministerio de Hacienda por si procedía instruir algún expediente en el marco de la legislación vigente, al tiempo que subrayaba que esa investigación no afectaba a ningún funcionario de la DGT. Esto puede parecer sorprendente cuando en el mismo informe se aprecian indicios de responsabilidad de Seguí, pero recuérdese que el cargo de director general de Tráfico es de asignación política y no entra en el escalafón de la función pública.

Según la investigación del Ministerio del Interior, la hasta poco antes directora general de Tráfico había incumplido las reglas sobre incompatibilidades que regulan los conflictos de intereses de los altos cargos al adjudicar a su marido proyectos de investigación en los ejercicios 2012 y 2013.

Ahora, corremos el peligro de no volver a saber del asunto ya que lo de las Administraciones Territoriales ha pasado a depender de Soraya Sáenz de Santamaría, también ministra de la Presidencia y viceministra del gobierno.

Hay que tirar del hilo

Y es una pena porque sería muy importante aclarar a fondo el asunto y ver si no tuvo nada que ver con el otro escándalo que semanas antes se había descubierto en la DGT. Nos referimos al tema de supuestos amaños en la concesión de los cursos de recuperación de los puntos del carné de conducir a la Confederación Nacional de Autoescuelas (CNAE), según parecía ponerse de manifiesto en una grabación filtrada a los medios de comunicación de una conversación entre la entonces subdirectora adjunta de Concienciación Vial de la DGT, Marta Carrera, y el presidente de la mencionada CNAE, José Miguel Báez.

Al conocerse el contenido de la grabación, el sector de las autoescuelas se echó encima de Báez, al que acusaban de conceder más o menos sistemáticamente los cursos de recuperación de puntos a un grupo privilegiado de unas 250 autoescuelas cuando en toda España hay censadas 9.300.

Ante ese escándalo, María Seguí, aún directora general de la DGT, destituyó de su cargo a Marta Carrera. Y nosotros que, por viejos, como el diablo, siempre buscamos dobleces en las cosas, no podemos resistir la tentación de pensar que la denuncia de la concesión de contratos al marido de María Seguí pudo ser una vendetta relacionada con esa destitución.
¿Hay tramas de intereses en la DGT?. ¿Cuántas?.

De ahí que insistamos en que es imprescindible aclarar a fondo qué es lo que pasó, para devolver la fama a María Seguí si no tuvo culpa de nada o para ratificar su oprobio y exigir a todos los aduladores que tuvo en la industria del automóvil que se flagelen en la plaza pública.