MADRID ─ En plena lucha contra el cambio climático, los vehículos propulsados por motores de combustión interna (Diesel y y gasolina) encaran una cuenta atrás que, de ser aprobado el Anteproyecto de Ley de Cambio Climático por el futuro Gobierno, tendría su horizonte en 2050 y abriría la puerta a la movilidad totalmente eléctrica con el impacto que ello tendrá sobre la industria del automóvil y la posventa. En concreto, si el sector de la posventa prevé facturar 2.160,8 millones de euros en la Comunidad de Madrid durante 2019 (lo que supondría un incremento del 7,5 por ciento sobre lo facturado en 2018), en 2050 pasaría a ingresar sólo 1.339,7 millones debido a que los vehículos de combustión interna necesitan de una serie de mantenimientos preventivos que con el eléctrico desaparecen.
Así se afirma en un informe titulado La descarbonización de la posventa que acaba de ser publicado por Solera España, una compañía experta en inteligencia del automóvil que presta sus servicios a las principales compañías del sector asegurador y a más de 20.000 talleres, y según el cual los talleres de automóviles de la Comunidad de Madrid dejarán de facturar 821,1 millones de euros con la electrificación del parque, perdiendo con ello un 38 por ciento de sus ingresos actuales.
La importancia de un impacto semejante pone de manifiesto la necesidad de una transición progresiva, ordenada y realista, y que, en opinión de José Luis Gata, responsable de Mercado Posventa en Solera, debería contar como primera medida con un plan de achatarramiento que pusiera coto al envejecimiento del parque a escala nacional, o, en su defecto autonómico, que permitiese adquirir vehículos de combustión interna y electrificados.
Gata justifica la necesidad de ese plan de achatarramiento argumentando que el 58,7 por ciento de los vehículos madrileños actuales supera los 10 años de antigüedad, unos vehículos que, al contrario de lo que se piensa, son los que menos pasan por el taller y cuando lo hacen es sólo para reparar lo imprescindible para que puedan seguir circulando. En cambio, sólo el 25 por ciento de los automóviles tiene menos de 5 años.
Las cosas son muy diferentes cuando se analiza el parque de vehículos eléctricos, que en el caso particular de la Comunidad de Madrid, sólo representa el 0,4 por ciento de los coches en circulación. Si hablamos de toda España, con más de 20.000 unidades, tres de cada cuatro de estos vehículos se localizan precisamente en la Comunidad madrileña, auspiciados sobre todo por el renting, subraya Gata.
Menos piezas, menos ingresos
El informe de Solera atribuye la pérdida de ingresos de la posventa al hecho de que los vehículos de combustión integran 25 piezas y elementos que no se encuentran en los vehículos eléctricos, como son el aceite, los filtros de aceite, la correa de la distribución, las bujías, los inyectores, el escape, etc., y que entre todos ellos superan los 15.000 euros en valor. Una pérdida de ingresos que no se compensa con el efecto batería pues, si bien es una pieza costosa ─con un precio medio de más de 11.000 euros─, tiene el hándicap de que su longevidad es de unos diez años, un plazo de tiempo mucho mayor que el requerido por las piezas de mecánica de un diésel o gasolina.
Además, el informe de Solera recalca que la transición del motor de combustión interna al eléctrico también tendrá su impacto en la mano de obra de los talleres madrileños. Así, en el caso de un vehículo de combustión interna y a lo largo de un período de diez años, la facturación por mano de obra representa un promedio de 3.429 euros por taller, una cifra que se reduce un 86 por ciento en el eléctrico, bajando hasta sólo 489 euros. Y es que el número de horas trabajadas se reduce en un 90 por ciento, pues cambiar una batería de un coche eléctrico es una labor que apenas requiere seis horas de trabajo.
Por eso, aunque los talleres deben tener un ojo puesto en el futuro, en la descarbonización del parque y el auge de otras motorizaciones alternativas como la eléctrica, lo cierto es que su principal amenaza ahora mismo es la cuenta de resultados y la tecnología de los vehículos, indica Gata.
Menos piezas, menos ingresos
El informe de Solera atribuye la pérdida de ingresos de la posventa al hecho de que los vehículos de combustión integran 25 piezas y elementos que no se encuentran en los vehículos eléctricos, como son el aceite, los filtros de aceite, la correa de la distribución, las bujías, los inyectores, el escape, etc., y que entre todos ellos superan los 15.000 euros en valor. Una pérdida de ingresos que no se compensa con el efecto batería pues, si bien es una pieza costosa ─con un precio medio de más de 11.000 euros─, tiene el hándicap de que su longevidad es de unos diez años, un plazo de tiempo mucho mayor que el requerido por las piezas de mecánica de un diésel o gasolina.
Además, el informe de Solera recalca que la transición del motor de combustión interna al eléctrico también tendrá su impacto en la mano de obra de los talleres madrileños. Así, en el caso de un vehículo de combustión interna y a lo largo de un período de diez años, la facturación por mano de obra representa un promedio de 3.429 euros por taller, una cifra que se reduce un 86 por ciento en el eléctrico, bajando hasta sólo 489 euros. Y es que el número de horas trabajadas se reduce en un 90 por ciento, pues cambiar una batería de un coche eléctrico es una labor que apenas requiere seis horas de trabajo.
Por eso, aunque los talleres deben tener un ojo puesto en el futuro, en la descarbonización del parque y el auge de otras motorizaciones alternativas como la eléctrica, lo cierto es que su principal amenaza ahora mismo es la cuenta de resultados y la tecnología de los vehículos, indica Gata.
Por otro lado, el informe de Solera recala en la aún muy deficiente digitalización de los talleres españoles del automóvil, señalando que actualmente sólo 2 de cada 10 de esos talleres tienen digitalizados sus procesos. Son sobre todo negocios pequeños que, en el caso de Madrid, suman 3.602 talleres, el 71 por ciento del total de empresas de reparación y mantenimiento de la región, y que corren el riesgo de quedarse fuera al no estar digitalizados, indica Gata, quien destaca la necesidad perentoria que tienen esos talleres de evolucionar a toda prisa en la transformación digital, algo ineludible para ser eficiente y poder prestar servicio a los coches actuales y futuros, cada vez más conectados y más equipados tecnológicamente.