♦ Es aritméticamente imposible que la energía eólica pueda abastecer las necesidades energéticas de la humanidad, por lo que favorecerla es una dilación política muy perniciosa
MADRID ─ Si nos atenemos a los datos que aparecen destacados en la prensa cotidiana y de los que el español medio, habitualmente ingenuo y buenista, es un fervoroso devorador, las energías eólica y fotovoltaíca son la panacea que nos permitirá eludir el supuesto cambio climático y dejar en herencia a nuestros descendientes un planeta idílico en el que todo será de color de rosa... ¡Perdón!: de color verde. Sin embargo, los datos que no se publican y que se ocultan sistemáticamente porque rebaten ese planteamiento y, lo que es mucho peor, hacen peligrar las cuantiosas subvenciones que rodean a las mencionadas energías renovables alternativas, ponen en evidencia la auténtica dimensión del engaño de que el ciudadano medio mundial, no sólo el español, está siendo víctima: una tomadura de pelo superlativa.
El que esto escribe cuenta con amigos que de vez en cuando le proveen de información muy relevante sobre la situación objetiva de asuntos que copan los titulares de los medios de todo el mundo gracias a milongas que pese a una apariencia de profunda elaboración no aguantan el menor análisis serio y objetivo y que, aunque vivamos en el mundo de la sostenibilidad, son insostenibles.
Y uno de esos amigos nos ha hecho llegar un interesantísimo artículo reproducido en RodMartin.org ─originalmente se publicó en To The Point News─ y firmado por Matt Ridley, un nombre que seguramente es desconocido para una gran mayoría de los españoles pese a que Sir Matt Ridley es el quinto vizconde de Ridley, miembro de la británica Cámara de los Lores y autor, entre otros, de un libro titulado El Optimista Racional ─un texto sobre la evolución de la prosperidad que puede conseguirse en rústica y en inglés por menos de 10 euros en Amazon y, traducido al español, en la Casa del Libro, por 22 euros─, estando además considerado Ridley como uno de los más importantes divulgadores científicos actuales.
Eólica y solar: las renovables poco fiables
Pues bien, en ese artículo, Ridley señala que pese a la continua presión mediática para convencernos de las bondades y la importante aportación de lo que él denomina el Lobby de las Poco Fiables (el de las renovables eólica y solar) y aún después de 30 años de cuantiosas subvenciones, la aportación energética de los turbogeneradores eólicos sigue estando próxima a cero. Sí, como suena: ¡a cero!.
Ni siquiera sumando a la eólica la energía eléctrica generada por los paneles fotovoltaicos, se llega a cubrir, según Ridley, el 1 por ciento de la demanda mundial de energía. Una conclusión a la que el Lord británico llega usando los datos del informe 2016 sobre tendencias de las energías renovables publicado por la Agencia Internacional de la Energía, organismo a cuyos datos recurren habitualmente recurren los defensores de las energías supuestamente limpias.
Del viento se sacó el 0,46 por ciento del consumo mundial de energía en 2014, en tanto que del sol y las mareas, se consiguió en conjunto un 0,35 por ciento, subraya Ridley en su artículo, haciendo hincapié en que estas cifras se refieren a energía en general, no sólo a electricidad. Ésta, la electricidad ─generada así mismo por otras fuentes como la hidráulica, la combustión de la madera, consideradas en ambos casos como fuentes renovables, etc.─ abastece menos de la quinta parte de la energía que necesita el planeta, cubriéndose las otras cuatro quintas partes con combustibles sólidos (carbón), líquidos (petróleo) y gaseosos (gas natural) que son los que llevan el peso de que podamos calentarnos en invierno, refrescarnos en verano, movernos y mover las cosas y mantener la industria en funcionamiento.
Por si a la vista de la figura 1 no queda claro de dónde sale el 0,46 por ciento de la contribución eólica que se mencionaba al comienzo del párrafo anterior, explicaremos que la energía eólica es el 3,3 por ciento del 13,8 por ciento que aportan las energías renovables; en consecuencia: 13,8% X 3,3% = 0,46%.
Lord Ridley pone al descubierto que el Lobby Poco Fiable ha conseguido imbuir al ciudadano común la idea de que cuando se habla de que cerca de un 14 por ciento de la energía que consume la sociedad actual es renovable, todo ese 14 por ciento es suministrado por el viento y el sol, cuando cerca de las tres cuartas partes de ese 14 por ciento vienen de la biomasa (denominación un tanto eufemística puesto que se vende como una nueva fuente de energía cuando mayormente se trata de los combustibles vegetales de siempre: madera: ramas, troncos, carbón vegetal y estiércol).
Habría que levantar 350.000 nuevas turbinas al año
En sus razonamientos, Ridley llega a ser cruel con todos aquellos que inocentemente se han tragado todas las milongas buenistas de los del Lobby de las Poco Fiables. Así y recurriendo de nuevo a los datos de la propia Agencia Internacional de la Energía, que muestran que la demanda mundial de energía ha venido creciendo durante casi 40 años a un ritmo medio del 2 por ciento anual y que entre 2013 y 2014 aumentó casi 2.000 teravatios-hora (un teravatio es un billón de vatios, un 1 seguido de doce ceros), Ridley concluye que si todo ese crecimiento anual hubiera de ser abastecido mediante turbinas eólicas, habría que poner cada año en funcionamiento unas 350.000 de dichas turbinas, lo que requeriría ocupar anualmente una superficie equivalente a la mitad de la de las Islas Británicas, incluyendo Irlanda. A ese ritmo, en 50 años se habría cubierto con granjas eólicas una superficie equivalente a la mitad de Rusia.
Y ante la posible reacción del Lobby de las Poco Fiables a sus argumentos alegando que los turbogeneradores elevarán su rendimiento y producirán mucha más electricidad que ahora con el paso del tiempo, Ridley advierte que existe lo que se conoce como el límite de Betz, que establece la cantidad máxima de energía que se puede extraer de un fluido ─el aire en este caso─ y que los turbogeneradores no están a salvo del límite de Betz.
Eso aparte de que el viento es a su vez una fuente de energía muy caprichosa, algo de lo que ─como Ridley recuerda─ pueden dar fe los amantes de la navegación a vela. ¿Se imaginan ustedes que el transporte marítimo actual tuviera que hacerse en barcos de vela?, pregunta el Lord británico a sus lectores, al tiempo que recuerda a los mismos el daño colateral ─aún no cuantificado con precisión pero nada despreciable─ que las turbinas eólicas producen en el entorno natural matando aves y murciélagos como puede comprobarse en el vídeo que se encuentra al final de nuestro comentario.
Del pozo a la rueda
Al analizar el impacto contaminante de las turbinas eólicas, como ocurre con los coches eléctricos, no se puede uno limitar a un planteamiento simplón, considerando sólo la contaminación una vez que el turbogenerador se ha levantado y puesto en funcionamiento. Hay que considerar el proceso completo. Como aquí decimos con frecuencia: del pozo a la rueda.
Ridley también lo hace así y recuerda la contaminación que produce la extracción de tierras raras en las minas de Mongolia Interior, uno de los países en que se encuentran los yacimientos de los metales que se usan para fabricar los imanes que necesitan las turbinas eólicas. Una fabricación que deja residuos radiactivos y altamente tóxicos, por lo que denominar como limpia a la energía eólica no deja de ser una broma pesada, lamenta Ridley.
Quienes deseen introducirse en la obra literaria de Matt Ridley, pueden comenzar por libros como El optimista Racional o Genoma |
Como para producir una tonelada de acero se necesita por término medio media tonelada de carbón y como entre la torre, la góndola, el rotor y las palas, un turbogenerador eólico pesa unas 250 toneladas, hay que consumir un promedio de 125 toneladas de carbón, más otras 25 para fabricar el cemento. En total, 150 toneladas de carbón por turbina eólica.
Vamos, que si se van a tener que construir anualmente unos 350.000 turbogeneradores para atender sólo con electricidad eólica el aumento anual de demanda de energía de que hablábamos en párrafos anteriores, cada año tendremos que extraer y quemar 50 millones más de toneladas e carbón. ¡La mitad de la producción minera actual de la Unión Europea!, advierte Ridley.
No sólo no puede ser, sino que además es imposible
A la vista de todos estos cálculos, el Lord británico considera que, a priori, no se puede ni pensar que la energía eólica llegue a contribuir significativamente al suministro mundial de energía, y mucho menos a las reducciones de emisiones, sin arruinar el planeta. La aritmética está en contra de las energías renovables poco fiables, rememorando al extraordinario erudito Sir David MacKay, ex asesor científico del Departamento Británico de Energía y Cambio Climático, quien en una entrevista realizada poco antes de de su trágica muerte el año pasado, víctima del cáncer a los 48 años, dijo que la idea de que las energías renovables podrían alimentar al Reino Unido era un delirio espantoso: no hay espacio suficiente.
Para relevar al gas natural en la segunda mitad del presente siglo, Ridley mira a la energía nuclear: fusión y fisión. Todo lo demás son dilaciones políticas, muy contraproducentes como política climática y, peor aún, que roban vergonzosamente a los pobres para hacer aún más ricos a los los que ya lo son, subvencionándolos con los impuestos que pagan los contribuyentes, termina Ridley.
Un buitre es alcanzado por una pala de la hélice de un turbogenerador eólico. El buitre, planeando en la térmica que le permite ganar altura, no puede evitar el golpe. El extremo exterior de una de éstas palas llega girar a una velocidad lineal de hasta 300 kilómetros por hora. Anualmente, un número indeterminado pero no despreciable de aves y murciélagos mueren de esta manera