► Las autoridades europeas han terminado por reconocer que el balance de la aplicación del biodiésel de primera generación como combustible alternativo para rebajar las emisiones contaminantes ha sido un auténtico desastre
MADRID ─ La Comisión Europea (CE) ha reconocido finalmente que el error cometido al incentivar la producción y el uso de malos biocombustibles ha sido mucho más grave de lo que ya habían señalado varias investigaciones científicas y, en consecuencia, que tendrá que cancelar a partir de 2020 los programas de incentivos y fomento de uso ahora existentes para esos biocombustibles supuestamente cero-emisiones (las emisiones de CO2 procedentes de esos combustibles quedaban compensadas por el consumo de CO2 de las plantas de las que se extraían los mismos). De esta manera resume Jos Dings, director ejecutivo de Transport & Environment (T&E) ─una organización con sede en Bruselas que promueve el transporte ecológico─ el desastroso balance del uso del biodiésel. Es el momento para que el lector rece una oración por las inmensas extensiones de terreno deforestadas en Latinoamérica, África, Indonesia, Malasia, etc., para destinarlas al cultivo de soja, colza, palmera de aceite, etc.
El estudio que ha puesto de manifiesto lo erróneo de las primeras estimaciones sobre el balance entre CO2 emitido usando biocombustibles y el CO2 consumido por las plantas de las que se extraían dichos biocombustibles ha sido realizado por Globiom, una rama del Instituto Internacional para el Análisis de los Sistemas Aplicados (IIASA) que usa un modelo global para tasar el reparto de tierras destinadas a usos agrícolas, bionenergéticos y forestales.
Por término medio, el biodiésel extraído de aceites vegetales emite finalmente cuando es quemado por los motores de explosión un 80 por ciento más emisiones que las que emitiría la combustión de una cantidad equivalente de gasóleo fósil. Cómo se recoge en la infografía que abre este comentario, los biodiéseles basados en los aceites de soja y palma son incluso dos y tres veces más contaminantes que el gasóleo fósil, respectivamente. Precisamente estos dos biodiésels son los más usados en Europa, estimándose que en 2020 coparán el 70 por ciento del total de biodiéseles comercializados en el Viejo Continente.
Según subrayan desde T&E más de las tres cuartas partes de todos los biocombustibles comercializados (biodiésel y bioetanol) generarán en 2020 una cantidad de gases de efecto invernadero similar o mayor que las que genera el gasóleo fósil. El uso de esos biocombustibles deberá prohibirse a partir de 2020. Los biocombustibles basados en alimentos no deben ser considerados como cero-emisiones. Si no dejamos de subvencionar los biocombusibles malos, los buenos no van a tener oportunidad alguna de salir al mercado, dice Dings.
La CE ya era consciente del problema y de hecho reformó el año pasado su política relativa a los biocombustibles, limitando el creciente consumo de biocombustibles procedentes de cultivos vegetales a la visa de que en lugar de reducirse las emisiones de CO2, estaban aumentando. Sin embargo, no se tuvo en cuenta que el cambio de uso de la tierra también tenía su impacto en el balance final de las emisiones ─al prescindirse de grandes zonas forestales o selváticas, se reduce la capacidad de eliminación de CO2 por las plantas─ con lo que los biocombustibles perjudiciales siguieron teniendo acceso a las subvenciones públicas.
La CE está revisando las directivas sobre Energía Renovable (RED, por su acrónimo inglés) y Calidad de los Combustibles para tratar de poner las cosas en su sitio en 2020.
Trabajando sobre los resultados aportados por Globiom ─que concluían que el uso del biodiésel en el transporte rodado, que supuestamente iba a reducir las emisiones de CO2, en realidad ha aumentado éstas en un 4 por ciento en Europa─ T&E ha evaluado esas emisiones extra en la misma cantidad de CO2 que se habrían producido de haber sacado a la circulación 12 millones de coches en la red comunitaria de carreteras, un dato que incluye la aportación del 7 por ciento procedente del consumo de biocombustibles producidos a partir de cultivos de alimentos.