😈 Muchos departamentos de marketing y comunicación no parecen tener muy claras las diferencias entre una cosa y otra
MADRID ─ Hace ya más de seis meses ─he preferido dejar pasar el tiempo para hacer este comentario sin que las iras del momento ofuscaran mi razonamiento─ fuí invitado a un viaje fuera de España para participar como periodista en unas jornadas técnicas relacionadas con el mundo de los vehículos industriales aunque no convocadas por un fabricante de éstos, Los organizadores se desvivieron por atendernos y todo estuvo muy bien hasta que llegó el momento de hacer las presentaciones técnicas, a cargo de un montón de ingenieros. Comunicar no es una de las principales virtudes de los ingenieros, aunque decir eso suponga echar un montón de tierra sobre una parte importante del expediente académico del que esto escribe, y así quedó demostrado una vez más en el transcurso de las jornadas técnicas sobre las que centro este comentario.
Siempre he censurado a muchos ingenieros que, como les pasa a los médicos, sean habitualmente incapaces de expresarse en lenguaje normal y, en lugar de hablar de la velocidad mencionen la derivada primera del espacio con respecto al tiempo, o, en lugar de hablar de aceleración, se empeñan en referirse a la derivada segunda del espacio con respecto al tiempo.
Pues bien, mientras los ingenieros de la compañía convocante iban desgranando transparencia tras transparencia con un contenido y un nivel técnico muy por encima de los periodistas y las publicaciones allí reunidos, yo iba repasando las caras de mis colegas más próximos y viendo cómo, los que tenían más confianza conmigo, resoplaban y me hacían gestos para expresar algo así como ¡Vaya chapa que nos están dando!. Desde luego, yo he visto en las presentaciones del congreso anual de la Sociedad de Ingenieros de Automoción (SAE), en Detroit, más de una presentación con menos nivel.
Y mientras, yo mismo me preguntaba cómo era posible que se hiciera un dispendio económico como el que sin duda tenían que haber hecho nuestros anfitriones para obtener un impacto de comunicación que no se presentaba demasiado alentador. ¿O es que, en realidad, mi error estaba en suponer que lo que se pretendía con aquel evento no era comunicar, sino proporcionar un baño de multitudes a sus directivos y que éstos se vieran jaleados por el coro de palmeros que conformábamos el casi centenar y medio de periodistas que allí nos encontrábamos?.
¿Cómo correspondimos los periodistas?
Convencido de que entre ese coro de palmeros los que podían comprender lo que allí se estaba diciendo se contaban en el mejor de los casos con los dedos de las manos, y que ninguna de las publicaciones allí representadas estaba planteada como el boletín de la SAE antes mencionada o la revista de la Sociedad de Técnicos de Automoción (STA) española o incluso la revista DINA ─hoy sajonizada a DYNA─ del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales sino dirigida a un público con unos conocimientos técnicos poco profundos, me planteé hacer algún tiempo después un seguimiento de lo que se había publicado sobre el evento.
Pues bien, la inmensa mayor parte de lo que encontré ─todos los artículos menos uno, si no me falla la memoria─ eran entrevistas con el responsable de la compañía anfitriona o, en unos pocos casos, con algunos de los ingenieros que participaron en las exposiciones. Otros de mis colegas habían preferido reproducir con mayor o menor fidelidad alguno de los comunicados de prensa incluidos en la carpeta (memoria USB) de documentación que se nos entregó a los periodistas asistentes. Y la excepción, bastante bien hilada, por cierto, era una serie de declaraciones extraponencias de varios de los ingenieros que participaron en las exposiciones técnicas.
Tener que coger un par de aviones y pasar dos o tres días fuera de casa para terminar reproduciendo un comunicado de prensa incluido en una memoria USB y que nada tiene que ver con lo hablado o visto en el evento motivo del viaje, por frecuente que sea, para mí sigue siendo inaceptable y mientras los periodistas continuemos prestándonos a ese juego, cada vez nos irán peor las cosas y más mentalizadas estarán las agencias de comunicación en que nuestro papel es el de palmeros de sus eventos.
Refrendar aplausos presenciales
Ya de regreso a casa y mientras nos dirigíamos al aeropuerto desde donde iba a partir el avión que nos devolvería a España, una persona de la agencia de comunicación que lleva la cuenta de los organizadores del evento nos pidió que por favor le enviásemos un correo electrónico en el que manifestáramos nuestra absoluta satisfacción con la forma en que había discurrido éste. Naturalmente, yo me negué desde ese mismo momento.
Pero al cabo de un mes, esa misma persona me llamaba por teléfono para insistirme en que enviara ese correo palmero que ya me había demandado semanas antes. Nuevamente, me negué y le expuse lo dicho en párrafos anteriores sobre mi punto de vista relativo a la utilidad del evento sin importarme en absoluto ser represaliado por ello para futuras convocatorias, al tiempo que le indicaba que yo he pasado muchos años en mi actividad como formador teniendo que soportar las críticas que mis alumnos hacían, de manera absolutamente anónima, a mi forma de llevar los cursos y que, en consecuencia, consideraba que yo era la persona menos indicada para falsear una valoración de actividad como se me pedía.
Pienso que si uno opina que las cosas no se hacen correctamente, debe tener la oportunidad de expresar ese parecer para que los fallos se corrijan en futuras ediciones de los eventos, salvo que los principios fundamentales de eso que en esta web-blog hemos dado en llamar la nueva comunicación, se reduzcan a uno sólo: hacer el paripé y dar coba al cliente por si a éste no le gustan las críticas y nos quita la cuenta.