jueves, 13 de mayo de 2021

HISTORIA DE LA TAN CORTA COMO INTENSA EXPERIENCIA DE MI AMIGO ANDRÉS COMO PILOTO DE CAMIONES DE CARRERAS

🔸 Relato de una típica andresada que, por fortuna, concluyó felizmente pero que podía haber terminado muy mal

Actualizado el 14.05.2021, a las 20:20
Tractocamión 8X4 con motor Cummins de 475 caballos y alimentación
con oxígeno puro con el que mi amigo Andrés disputó su única carrera
de camiones en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez en CDMX
MADRID ─ En uno de los correos electrónicos que con frecuencia intercambiamos, mi amigo Andrés me comentaba que. leyendo uno de los artículos publicados en este blog en el que se hablaba de un récord de velocidad que un tractocamión Ford había establecido en una pista helada sobre el lago Baikal, en Rusia, le había venido a la memoria el recuerdo de una experiencia de sus tiempos heroicos en México, a mediados de la década de los años 80: una andresada, como él gusta de llamarlas. Por entonces, Andrés andaba tratando de que el gobierno mexicano le concediera el permiso de Industria Terminal, con el que la pequeña empresa de Andrés ya podría fabricar camiones en serie. Ocurrió que el 12 de octubre de 1986 estaba previsto que se disputara el Gran Premio de México de Fórmula 1 en el autódromo de los Hermanos Rodríguez en Ciudad de Máxico (CDMX) y, para entretener al público, los organizadores del evento incluyeron en el programa una carrera de tractocamiones. El lector interesado, podrá ver al final de este artículo un video que recoge alguno de los momentos de aquella prueba.

Y para disputar esa carrera, se inscribieron DINA, Kenworth, FAMSA, compañía importadora de Mercedes-Benz y la empresita de mi amigo Andrés que, como tenía mucho interés en que las autoridades de la Secretaría de Comercio y Fomento Industrial (SECOFI) conocieran y vieran cómo se desenvolvían los camiones que él carrozaba por entonces para el transporte a granel de la leche rehidratada que, para cubrir las carencias de nutrición de los niños mexicanos, entonces preparaba una compañía paraestatal hoy desaparecida, que se llamaba Liconsa (inicialmente conocida como Conasupo), cogió dos de aquellos camiones 8X4 pensados en principio para conformar conjuntos articulados de 48 toneladas de peso total  y los preparó para participar en la carrera con motores Cummins NTC biturbo que daban 475 caballos de potencia.

Los dos camiones del equipo de Andrés; en segundo plano, el que él
pilotaba, que es el que porta dos banderas mexicanas
Una ayudita

En los entrenamientos me dí cuenta de que, una vez lanzado, el camión funcionaba muy bien  pero, cuando salía a pista, le costaba acelerar y coger velocidad, por lo que le pusimos dos botellas de oxígeno de las que se usaban para soldar, camufladas dentro de la cabina, de manera que, en vez de chupar aire por la admisión con solo un 21 por ciento de oxígeno, pues chupaba oxígeno puro, me confiesa Andrés, que estima que, con aquella ayudita, el motor debía dar 700 caballos por lo menos.

Lo malo fue que, con semejante potencia, el camión corría mucho más y para tomar las curvas sin volcar, Andrés tuvo que ponerle debajo del chasis, a 10 centímetros del suelo, una plancha de acero que aumentaba la tara en más de 1.500 kilos y que actuaba como contrapeso.

Para pilotar sus dos camiones, Andrés había contratado a dos pilotos muy jóvenes, uno de los cuales era capaz de cambiar de marchas sin pisar el embrague y siempre llevaba el motor al régimen de máxima potencia.

Estos pequeños camiones iban propulsados por motores Detroit
Diesel Allison (DDA) de dos tiempos con casi 1.000 caballos de potencia
Andrés me explica que durante una de las sesiones de entrenamientos, otro de los participantes, el piloto de 
un camión de la empresa Transportes Quintanillas, le hizo una cerrada al camión que conducía aquel joven piloto contratado por Andrés, forzándole a hacer un trompo y a salirse de la pista.

Hombres enmadrados

Dado que el incidente fue muy espectacular y que el evento de la Fórmula 1 y la carrera de camiones eran en aquellos días muy seguidos por los aficionados en los medios informativos, la televisión no paraba de sacar el trompo y la salida de pista por pantalla, con la mala fortuna de que lo vio la madre del piloto de Andrés que se había visto implicado, y aquella buena mujer se asustó tanto que no dejó que su hijo acudiera al circuito el día de la carrera.

Puede extrañar que un hombre con 22 ó 23 años, que debía tener entonces mi piloto, pueda ser controlado por su madre hasta ese punto pero conviene saber que en México se da un fenómeno psico-sociológico que podríamos denominar hombres enmadrados, unos seres que, aunque se han hecho adultos, siguen comportándose como niños ante sus madres y mi piloto era uno de esos hombres enmadrados, me explica Andrés.

Así que, minutos antes de que comenzara la carrera, Andrés se encontró con que no tenía piloto para su camión y sin que nadie de entre su personal se atreviera a tomar el relevo, pues consideraban que con aquello de la alimentación con oxígeno puro en lugar de aire, el vehículo era muy peligroso para alguien que no estuviera acostumbrado a conducirlo.

Ante semejante situación y sin comentarlo con nadie de su familia, ni de los 28 invitados que tenía en las tribunas ─banqueros, directivos del Fondo de Equipamiento Industrial (FONEI) y de Liconsa-Conasupo, proveedores, etc─ Andrés se fue a los boxes, se puso el mono ignífugo y, a sus 38 años, se sentó al volante de aquel monstruo mecánico, disponiéndose a ocupar su puesto en la parrilla de salida.

Andrés rodando ya con la bandera mexicana medio chamuscada en
el lado izquierdo y sin que se aprecien restos de la del lado derecho
Comienza la prueba

Con los cambios que habíamos introducido y una nueva relación piñón/corona en el diferencial, el vehículo iba como un tiro y yo ya me creía Fittipaldi, hasta el punto de que, en la recta del Autódromo de los Hermanos Rodríguez, que tiene casi 3 kilómetros de longitud, en un pique con el camión de FAMSA no me dí  cuenta ─el piloto del FAMSA tampoco─ de que se acababa el final de la recta y que venía una chicane (curva y contra curva) en un momento en que yo creo que mi camión rebasaba los 190 kilómetros por hora, con lo que si se me ocurría pisar los frenos, iba a perder el control del vehículo. Así que tracé la chicane como pude, medio cruzado, pero el camión de FAMSA se salió de la pista al intentar negociar la chicane. Yo, afortunadamente, escapé muy bien del trance. Durante 6 vueltas estuvimos en cabeza, recuerda emocionado Andrés, que añade que fue allí cuando descubrió que al público le encantan las situaciones de peligro como los trompos, las salidas de pista o las colisiones.

Pero no todo iba a salir tan bien y, de repente, se presentó un problema inesperado.

Como lo que Andrés quería era que las autoridades de SECOFI vieran que un camión diseñado y fabricado en México podía ser tan bueno como los de tecnología norteamericana, no se le ocurrió otra cosa que soldar una pletina en cada uno de los tubos de escape verticales para hacer las veces de mástiles de sendas banderas mexicanas.

Lo malo fue que, según iba transcurriendo la carrera, la combustión con el oxígeno puro había ido calentando excesivamente los tubos de escape hasta el punto de llegar a ponerlos al rojo vivo y provocar que las banderas empezaran a quemar, de manera que Andrés tuvo que dar dos vueltas con ellas chamuscándose, ya que no se atrevía a parar pues, al consumirse, las banderas soltaban pavesas y se desprendían trocitos ardiendo que caían sobre los tanques de combustible.

La prueba estuvo salpicada de trompos y salidas de pista que, para
sorpresa de Andrés, eran muy aplaudidos por los expectadores
Cuarto por la cola

Aunque, tras esas dos vueltas, ya apenas quedaba más que una pequeña parte de las banderas, particularmente en la del lado derecho, y terminó por apagarse el incendio, los dos turbocompresores del motor habían cogido tal temperatura que, en su interior, se habían fundido los álabes de las turbinas, que eran de aluminio, de manera que dejaron de dar presión y el camión pasó de ir a una velocidad cercana a los 200 kilómetros por hora a ir más lento que un Biscuter, con lo que a duras penas consiguió Andrés terminar la prueba, quedando el cuarto por la cola.

Y eso que de las 30 vueltas previstas en un principio, los organizadores, al ver que los motores de algunos de los camiones, como el número 22 de FAMSA, no iban a poder aguantar, decidieron terminar la prueba al cubrir las 20 primeras vueltas. Los vehículos de otros participantes, como puede comprobarse en alguna de las fotografías que ilustran este artículo, terminaron medio descuageringados, arrastrando los tubos de escape, etc.

Lo pasé tan mal que, cuando me bajé del camión, había sudado de tal manera que tenía el mono por dentro como si me hubiera orinado, pero mis problemas no habían hecho más que comenzar, me dice Andrés. 

Resulta que los de FAMSA habían denunciado a Andrés por ofender a la Patria mexicana  quemando en público dos banderas del país y, con ánimo de detenerlo y encarcelarlo, se presentaron varios agentes de policía cuando Andrés aún se encontraba saludando a los aficionados que ocupaban las tribunas, con lo que se organizó una muy gorda allí mismo, a pie de pista.

Yo para salir del lío lancé las llaves del arranque del camión a las tribunas y la gente comenzó a insultar a los policías y lanzarles botes de cerveza y Coca Cola, achantando a los policías que, ante el alboroto, optaron por dejarme en paz, recuerda Andrés.

Al ir a retirar su camión de la pista, Andrés cayó en la cuenta de que había tirado las llaves de arranque a las tribunas, por lo que tuvo que hacer un puente para arrancar el vehículo, de manera que tras llevarse el camión a los boxes, cuando finalmente volvió a las tribunas ya sólo quedaba allí su gente, incluyendo su esposa y sus hijos, la más pequeña de los cuales apenas tenía un año de edad.

Aquella andresada me costó un disgusto muy serio con mi esposa, me confiesa Andrés.

Más problemas y más gordos

Pero, lejos de calmarse las cosas, no paraban de surgir nuevos problemas. En efecto, Manuel Mora, uno de sus hombres de confianza y que aún sigue trabajando en la actualidad con Andrés, le comentó que había escuchado a algunos de los funcionarios de Liconsa-Conasupo que iban a meter a Andrés una demanda penal por usar bienes propiedad de la nación mexicana para montar un espectáculo con el que se divirtieran los niños ricos de México.

Y entonces sí que me preocupé de verdad, mucho más que cuando acometí aquella chicane a casi 200 kilómetros por hora, comenta Andrés.

Pero a grandes males, grandes remedios y Andrés se dirigió a sus mecánicos estrella, que aún se encontraban en el circuito, prometiéndoles una propina bastante grande 
si conseguían tener los dos camiones recompuestos y listos para repartir leche antes de las 8 de la mañana del día siguiente.

En esta fotografía del camión de Andrés aún pueden apreciarse
algunos restos de la bandera mexicana del lado izquierdo
No era una labor sencilla, pues había que cambiar el motor, 
despintar todo ─los vehículos que Andrés había llevado al circuito llevaban pintadas las cabinas en blanco y amarillo (el camión de Andrés) y en blanco y rojo (el del piloto contatado) y había que recuperar la librea blanca y azul de los camiones de Liconsa-Conasupo, quitar los contrapesos, cambiar el diferencial, quitar los arcos y barras de seguridad antivuelco que se habían puesto por dentro de la cabina, cambiar las ruedas, etc.

Como era de temer, a primera hora de la mañana del día siguiente, lunes, se presentaron en la empresa de Andrés como una docena de funcionarios de Liconsa-Conasupo acompañados de un notario y dos actuarios a por los camiones que habían visto en el circuito sin parar de preguntar que dónde estaban los camiones que habían participado en la carrera, sin percatarse que los tenían delante de sus narices.

Un encuentro inesperado

Dos años después, Andrés coincidiría en un avión con Enrique Jackson, que cuando lo de la carrera era director de Liconsa-Conasupo y que algunos años después llegaría a ser presidente del Senado de la República de México.

En un momento de la charla que mantuvieron durante el vuelo, salió a relucir lo de la misteriosa desaparición de aquellos dos camiones y Jackson se disculpó por haberle enviado a Andrés aquellos actuarios y el notario para levantar un acta penal, explicando que se había visto obligado a ello porque a él mismo le habían amenazado con destituirle si no lo hacía.

Y Andrés le confesó la verdad: que él y más de 60 de sus hombres habían estado toda la noche dedicados a desarmar y volver a armar los dos camiones que habían rodado en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez.

La dureza de la prueba hizo que alguno de los camiones participantes
rebasaran la línea de meta con abundantes desperfectos
Al año siguiente y debido al gran espectáculo que había sido aquella carrera de camiones, sus organizadores me vinieron a buscar de nuevo y como yo no tenía interés alguno en participar, les pedí un millón de dólares por volver a montar el show y, claro, se rajaron, añade Andrés.

Le pregunto a Andrés que si no conserva algunas fotografías de aquel evento y mi interlocutor me recuerda que todos los testimonios gráficos de aquellas jornadas en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez, así como muchos otros recuerdos de sus primeros años en México, se perdieron en el incendio que algunos años después destruiría por completo su casa.

Esa es la causa de que, en la primera edición de este artículo se usaron para ilustrarlo composiciones fotográficas un tanto peculiares y que no se ajustaban a la época en que tuvieron lugar los hechos relatados.

Pero algunas horas después de publicarse esa primera versión del artículo, Andrés me remitía un vídeo de 13 minutos y medio de duración que había localizado en que se recogían algunas escenas de la carrera de tractocamiones que se disputó el 12 de octubre de 1986 en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez, en CDMX, y en la que se produjeron los hechos relatados en los párrafos precedentes.

Conviene advertir que el vídeo no tiene gran calidad pues la tecnología cinematográfica de hace casi 35 años no alcanzaba la definición a la que ahora estamos acostumbrados a disfrutar en nuestras cámaras y teléfonos móviles de última generación. Eso se aprecia también en las fotografías que ahora ilustran este artículo, las cuales han sido extraídas del vídeo en cuestión.

Para que el lector se sitúe, los dos camiones de cuatro ejes de Andrés llevan los números 99 (el de Andrés) y 100 (el del piloto contratado). 

A partir del minuto 6 del vídeo, se observa cómo las banderas mexicanas que Andrés había colocado en su camión se van oscureciendo (quemando) y reduciendo de tamaño progresivamente.

Aunque muchos de los camiones participantes soltaban al acelerar grandes chorros de humo negro, los camiones de Andrés no lo hacían debido a que quemaban la mezcla de combustible con oxígeno puro. 

Pasada la mitad del vídeo se observa que el camión de Andrés comienza a ser adelantado por otros camiones debido a que se le habían fundido los álabes de las turbinas de los dos turbocompresores del motor y, por ello, éstos ya no daban la presión necesaria.

Los pequeños camiones que echaban grandes cantidades de humo al acelerar y que adelantaban a otros camiones más grandes iban propulsados por motores Detroit Diesel Allison (DDA) de dos tiempos con una potencia de casi 1.000 caballos.

En fin, que disfruten del vídeo que, en cierto modo, constituye un documento histórico.