🔴 Cuando se transformaban viejos camiones con motores de gasolina en vehículos propulsados por los motores Diesel que preparaba el famoso empresario español
Matriz del calendario de faldilla que ha preparado AVICAE Amigos del Camión Español con un motivo que hace referencia a la celebración en 2019 del centenario del nacimiento de Eduardo Barreiros |
Aún no había cumplido los cinco años cuando el nacimiento de mi segunda hermana forzó a mis padres a buscar una vivienda más amplia y trasladarse del piso que ocupaban en la primera planta del nº 146 del Paseo de las Delicias, a muy pocos metros de la Glorieta de Legazpi, a otro situado en la tercera planta del nº 135 de la calle de Antonio López, nada más cruzar el río Manzanares, en un edificio cuya fachada aún exhibía, y continuaría exhibiendo durante muchos años, los balazos del asalto a Madrid de las tropas del General Franco durante nuestra Guerra Civil.
Pues bien, al pie de la fachada posterior de dicho edificio, la que daba al margen derecho del Manzanares, desarrollaba su actividad una empresa que entonces se denominaba Talleres Peláez, actividad que se centraba en el reacondicionamiento de viejos camiones propulsados por motores de gasolina como los ZIL y ZIS de origen ruso, cuyos motores acababa de empezar a transformar Barreiros para que en vez de gasolina consumieran gasóleo.
Precursores del Gerovital
Aquellos viejos vehículos llegaban a Talleres Peláez en un estado achacoso para ser sometidos a un proceso de rejuvenecimiento bastante más recio que el que muchos años después aplicaría la rumana doctora Aslan, creadora del Gerovital, para luchar contra el envejecimiento humano.
Y es que lo primero que hacía el personal de Talleres Peláez consistía en desmontar las viejas carrocerías de madera del chasis de aquellos viejos vehículos, auxiliándose con demasiada frecuencia de los correspondientes quitapenas. Aquellos golpes desesperaban a mi padre sobre todo en la época estival, pues con las ventanas abiertas de par en par era totalmente imposible conciliar el sueño a la hora de la siesta. Para mi padre, que se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para ir a trabajar al Mercado Central de Frutas, Hortalizas y Verduras de Legazpi, conciliar una buena siesta era algo vital. Recuerdo como si las estuviera viendo, las broncas entre mi padre y otros vecinos que le apoyaban y el dueño de Talleres Peláez, al que lógicamente secundaba su plantilla.
Aquellas desvencijadas carrocerías eran depositadas en el terreno existente entre nuestra casa y la arbolada ribera derecha del Manzanares, que se convertía en improvisada campa de desguace, a la espera de ser revendidas o con frecuencia desmanteladas por el paso del tiempo y los daños que les infringían los que arrancaban trozos de aquella madera para alimentar la lumbre de sus humildes casas e incluso los desmanes de los chavales más mayores del barrio, cuando jugaban entre ellas.
Después se extraía el motor que luego supe que era enviado a las instalaciones de Barreiros en Villaverde, aún municipio independiente de Madrid, donde era reconvertido para poder funcionar con gasóleo. Mientras esperaban la llegada del motor transformado, no necesariamente el mismo que había sido enviado a transformar, los trabajadores de Talleres Peláez y sus quitapenas se dedicaban a preparar el chasis de los viejos camiones sobre todo para ser transformados en volquetes.
Especialización en volquetes
En esta última actividad se iría especializando Talleres Peláez hasta el punto de que la empresa pasaría a denominarse Volquetes Peláez años después, una denominación social a la que los lectores más veteranos situarán en la calle de Valentín Llaguno, en el madrileño barrio de Carabanchel.
Allí llegaron procedentes de los bajos de un edificio de varias plantas que el dueño de Talleres Peláez había construido años antes en los números 4 y 6 de la calle de Amparo Usera, vía perpendicular a la calle de Antonio López, con los pingües beneficios que le había proporcionado el reacondicionamiento de los viejos vehículos ZIL y ZIS, entre otras marcas, y la instalación en ellos de los motores Barreiros Diesel. Las oficinas centrales de Talleres Peláez continuarían estando por bastantes años en las dependencias de nueva construcción de Amparo Usera.
Y hasta aquí los recuerdos de un niño que desde la ventana de su casa pasaba horas enteras contemplando con suma curiosidad unos procesos industriales que muchos años después estarían íntimamente relacionados con su actividad profesional como periodista especializado en vehículos industriales.