sábado, 21 de febrero de 2015

LOS COCHES ELÉCTRICOS MATAN EL DOBLE QUE LOS DE MOTOR DE EXPLOSIÓN

Bjørn Lomborg, el ecologista escéptico, pide que cese la promoción de los vehículos eléctricos



Uno de los últimos libros de Bjørn Lomborg
MADRID ─ Hay que dejar de rendir el culto que se está rindiendo en la actualidad al vehículo eléctrico porque nos cuesta un dineral, reduce muy poco las emisiones de CO2 y, aunque parezca mentira, mata casi el doble que los coches propulsados por motores de gasolina. Así de drástico se ha mostrado el danés Bjørn Lomborg, mundialmente conocido como el ecologista escéptico, por ser ese el título de su primer libro, publicado en el año 2001 y en el que, partiendo de los mismos datos con que los ecologistas de pro demostraban los supuestos daños a muchas cosas del entorno natural ─entre ellas la ya casi olvidada capa de ozono, hoy felizmente recuperada por motivos que desconocemos por completo pero de seguro ajenos al establishment ecologista─ él llegaba a demostrar justo a lo contrario.

Lomborg publicaba la aseveración con que iniciábamos este artículo en un reciente comentario publicado en el diario estadounidense USA Today, en el que también señalaba que los beneficios que el coche eléctrico puede traer a la lucha contra el calentamiento global son mínimos, puesto que, pese a que se vende como un vehículo de contaminación cero,  lo único que hace es desplazar las emisiones de CO2 desde el tubo de escape de los automóviles a las centrales térmicas donde en gran proporción se genera la electricidad para cargar las baterías de aquél utilizando los combustibles fósiles tradicionales.

Este plus de emisiones de CO2 derivado de la necesidad de generar la electricidad que necesitan las baterías de los coches eléctricos terminarán, según Lomborg, matando casi al doble de personas que las que puedan morir por las emisiones de CO2 generadas por los motores de gasolina.

Según el ecologista escéptico, las emisiones de COque genera el icónico modelo S de Tesla en su ciclo completo de vida ascienden a unas 44 toneladas de ese gas, en tanto que, por ejemplo, un Audi Quattro produce unas 49 toneladas. En consecuencia, Lomborg cree que usar un Tesla S en lugar de un Audi Quattro, al actual coste de 9 dólares (unos 7,9 euros) por tonelada de CO2, supondría un ahorro de 45 dólares en beneficios climáticos, cuando el gobierno estadounidense está otorgando unas ayudas de 7.500 dólares, a deducir de impuestos, a quienes compran un Tesla S.

Aunque estén lejos, las centrales térmicas contaminan mucho

Aún así, puede que el lector no acabe de entender por qué el coche eléctrico puede llegar a matar el doble que uno de motor de explosión, pues aun admitiendo que su bajo ruido al funcionar pueda favorecer los atropellos, hay que esperar que no en una medida tan enorme. Se acostumbra a defender a los coches eléctricos diciendo que aunque para cargar de electricidad sus baterías sea necesario emitir más CO2 en las centrales térmicas quemando carbón, estas instalaciones suelen estar alejadas de las ciudades, donde la densidad de población es más alta, por lo que los urbanitas no respirarán esas emisiones.

Sin embargo, investigaciones muy recientes recogidas en la publicación Proceedings of the National Academy of Sciences, que ya en otras ocasiones se ha mostrado muy crítica con los vehículos eléctricos, inciden en que mientras los coches con motor de explosión contaminan cerca de los habitantes de las ciudades, la contaminación generada por las centrales térmicas es muy alta.

Según esas investigaciones, subraya Lomborg, si el número de coches de gasolina se incrementara en Estados Unidos en un 10 por ciento para 2020, morirían 870 personas más por problemas derivados de la polución de esos vehículos. Como los coches híbridos son algo más limpios, si la cantidad de éstos creciera en ese mismo porcentaje, los muertos se reduciría a 610. Pero si el aumento del 10 por ciento fuera de coches eléctricos, se estima que los muertos ascenderían a 1.617.

En contra de lo que algún lector pueda haber llegado a imaginar después de leer los párrafos anteriores, Lomborg no descarta la existencia del calentamiento global, sino que,  muy por el contrario, considera que es un problema grave que debe ser afrontado a largo plazo pero con soluciones diferentes de las que ahora se están proponiendo.

En España contamos con dos autoridades en la materia: Gabriel Calzada, economista, hoy desplazado a Guatemala, donde ejerce como rector de la Universidad Francisco Marroquín, al que se considera un escéptico del calentamiento global y se atribuye haber acuñado el término calentólogo con el que califica sarcásticamente a todos los que han hecho del ecologismo que gira en torno al cambio climático su modus vivendi, y Antón Uriarte, climatólogo, del que añoramos sus demoledores posts en su blog CO2. Uriarte, aún admitiendo que este gas contribuye al efecto invernadero, ha defendido siempre que la nocividad el aumento de CO2 en la atmósfera es ridícula, recordando a quienes hemos asistido a sus conferencias lo grandes y bien criados que estaban plantas y dinosaurios en el Jurásico, una época en que la atmósfera de nuestro planeta tenía un contenido de dióxido de carbono muy superior al que ahora tiene.