martes, 30 de mayo de 2017

TODO MUY BONITO PERO CASI LA MITAD DE SUS POSIBLES COMPRADORES DICEN QUE JAMÁS VAN A HACERSE CON UN COCHE AUTOPILOTADO

Un sondeo del Massachusetts Institute of Technology (MIT) pone en tela de juicio si los fabricantes de automóviles aciertan en sus proyectos de inundar el mercado de vehículos autopilotados


Vehículo autopilotado de la flota de Uber rodando por las calles de la
ciudad de Pittsburgh (Estados Unidos)
MADRID ─ Uno piensa que cuando los principales fabricantes de automóviles del mundo están dispuestos a invertir miles y miles de millones de dólares, euros y otras monedas que se cotizan muy bien en el mercado de divisas en el desarrollo y puesta en el mercado de coches autopilotados es porque piensan rentabilizar a toda velocidad esa inversión vendiendo montones de tales vehículos que, supuestamente, les serán arrebatados de las manos por los automovilistas. Pues no, parece que mientras esos fabricantes van por un camino, los destinatarios de sus esfuerzos, los ciudadanos, van por otro muy distinto.

Hace sólo unos días, el muy prestigioso MIT, el Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha hecho públicos los resultados de un sondeo de opinión realizado a una muestra de 3.000 posibles compradores de automóviles para ver con qué ansiedad esperan que salgan al mercado los primeros vehículos autónomos para ir a por uno y cuando uno se imaginaba que el resultado de la encuesta dibujaría un escenario con los alrededores de los concesionarios de esta o aquella marcha de coches llenos de gente esperando a que abran las puertas una semana después como cuando Apple lanza una novedad de telefonía o electrónica, lo cierto es que casi la mitad de los encuestados ─un 48 por ciento─ dicen que no tienen la menor intención de comprarse un coche de ese tipo. Aún peor: ¡sólo un 13 por ciento piensa que estaría a gusto con un coche de ese tipo!.

No es extraño que, durante la presentación de los resultados del sondeo, Brian Reimer, del MIT, haya señalado que, indudablemente, no hay muchos elementos en común entre la política tecnológica que últimamente han abrazado los constructores de automóviles y los deseos de quienes tienen que comprarlos.

Pero la cosa tiene miga porque a uno se le ocurre pensar, a la vista de esos resultados, que eso es que la encuesta se la han hecho a un montón de vejestorios a los que da pánico la tecnología electrónica y todo lo que se salga de lo que están acostumbrados a ver. Pues tampoco, porque sólo un 14 por ciento de los encuestados en el segmento de 16 a 24 años de edad, supuestamente más abiertos a todas estas innovaciones, dijo sentirse a gusto conduciendo un vehículo autopilotado. Sólo un punto de porcentaje por encima del 13 por ciento que, en total, se había manifestado de ese mismo parecer.

Siguiendo en las cifras totales, entre las razones que se alegaron para rechazar la compra de uno de esos vehículos autónomos figuraban la pérdida de la capacidad de controlar el coche (37 por ciento), no me fío (29 por ciento), nunca funcionarán bien (25 por ciento) y no son seguros (21 por ciento).

¿Pánico a la hora de la verdad?

Hace cosa de un año, el MIT realizó este mismo sondeo y, al comparar los resultados de entonces con los de ahora, se detecta que los niveles de aceptación de los coches autopilotados en lugar de subir, se han reducido.

¿Estamos ante el típico fenómeno de la llegada de la hora de la verdad?. El mencionado Reimer cree que puede ser consecuencia del accidente mortal que entre uno y otro sondeo se produjo con un Tesla u otros accidentes de menos gravedad en los que se vieron implicados coches autónomos, como algunos del vehículo de Google, u otro más reciente y algo más grave ─el vehículo volcó─ de un Volvo autopilotado que probaba Uber.

Para Reimer, una de las conclusiones que podrían extraerse de los resultados de la encuesta del MIT es que los fabricantes de automóviles deberían echar el freno en sus proyectos de poner en el mercado coches totalmente autopilotados en cuatro o cinco años y dejar que el usuario se vaya habituando de manera más progresiva. Aquí, nosotros, precisaríamos que son los departamentos de marketing de los fabricantes de automóviles los que tienen que echar el freno y no vender una moto que, en realidad no van a poder tener en el tiempo que dicen. Así evitarían que el usuario empiece a reaccionar en contra de una innovación que parece que quisieran meterle por la fuerza.