jueves, 26 de noviembre de 2020

RECUERDOS DEL TRASTERO: CUANDO EN MERCOSUR LAS FURGONETAS SPRINTER NO LLEVABAN MOTORES MERCEDES SINO ROVER

🔸 La necesidad de que el vehículo fuese considerado como un producto local y no pagara aranceles llevó al fabricante alemán a utilizar un motor Rover para propulsar estas furgonetas

Las furgonetas Sprinter de Mercedes-Benz iban propulsadas en Mercosur
por un motor Rover fabricado en Brasil bajo licencia por Iochpe-Maxion
MADRID ─ Si decimos que, en algunos países, las furgonetas Sprinter de Mercedes-Benz iban propulsadas por motores pensados para el Land Rover, muchos lectores pensarán que a saber lo que nos hemos fumado. Pero vaya por delante que jamás hemos fumado, ni siquiera tabaco. Sin embargo, la afirmación con que abrimos este párrafo es rigurosamente cierta y cuando, a finales de 1995, Mercedes-Benz anunció que su gama Sprinter, que ya había empezado a construirse en Europa propulsada, naturalmente, por motores Mercedes, iba a ser fabricada también a partir del año siguiente en Argentina, desde Stuttgart, la ciudad alemana en que se encuentra la sede central de este fabricante, se advirtió que las furgonetas hechas en Argentina llevarían un motor Rover 300 Tdi. ¿Por qué?.

Pues la sorprendente medida se debía a la necesidad de cumplir la normativa entonces vigente en cuanto al grado de nacionalización para que el producto fuese considerado como local.

Al estar Brasil, como Argentina, integrados en Mercosur, el mercado común de Sudamérica, no importaba que los motores se construyeran en Brasil y se montaran en Argentina a efectos de considerarlos como producto local.

Por eso, Mercedes-Benz encargó a Iochpe-Maxion, un fabricante brasileño de motores que algún tiempo después sería adquirido por International Engines, filial brasileña de la actual Navistar, que construyera bajo licencia los motores Rover 300 Tdi para la gama Sprinter que se iba a producir en Argentina.

Los motores se empezaron a construir a partir de componentes que eran enviados desde Rover en Gran Bretaña, pero, poco a poco, Iochpe-Maxion fue incorporando a sus motores piezas y partes fabricadas en Brasil.

Como decíamos al principio, los motores Rover 300 Tdi se habían pensado como motores de gasolina para el Land Rover Defender, pero las necesidades del mercado los transformaron en  motores de cuatro cilindros en línea, de los denominados Diesel rápidos, con 2,5 litros de cilindrada e intercooler que rendían una potencia de 110 caballos, la cual se situaba a mitad de camino de las dos ofertas de motorización Diesel que Mercedes-Benz tenía por entonces para sus furgonetas Sprinter europeas. Sin embargo, finalmente, en su aplicación a la gama Sprinter la potencia se quedaría en sólo 105 caballos.

Un motor compartido con otros fabricantes

El motor de origen Rover que Iochpe-Maxion fabricó en Brasil fue conocido con diversas denominaciones como HS2.5, Maxion-HSD, Maxion-Rover y hasta F-1000, en la variante que se vendió a Ford para propulsar las pick-up F-1000 que esta marca fabricaba en Brasil y, más adelante, también para el Ford Ranger.

Fue el éxito de ventas conseguido en Brasil y Argentina con la MB 180 fabricada
en España lo que animó a Mercedes-Benz a construir sus Sprinter en Argentina
Si Mercedes-Benz se lanzó a fabricar su gama Sprinter en Argentina fue en parte por el éxito que habían tenido en este país y en Brasil las furgonetas MB 180, que se habían dejado de fabricar en Vitoria en el mes de septiembre de 1995. En 1994 se habían vendido 4.000 unidades del modelo español en Argentina y más de 2.000 en Brasil, permitiendo a la compañía alemana hacerse a comienzos de 1995 con el 28 por ciento del segmento de furgonetas del mercado argentino.

Los objetivos que se habían marcado en Stuttgart con las Sprinter fabricadas en Argentina eran iniciar la producción y comercialización de la misma en 1996 y alcanzar una producción de 15.000 unidades anuales a partir de 1997, de las que el 80 por ciento se iba a destinar a la exportación: 10.000 unidades a Brasil, 2.000 a los demás países sudamericanos y 3.000 para atender la demanda interna argentina.