domingo, 16 de diciembre de 2018

RECUERDOS DEL TRASTERO: MIS PRIMERÍSIMOS CONTACTOS CON BARREIROS

🔴 Cuando se transformaban viejos camiones con motores de gasolina en vehículos propulsados por los motores Diesel que preparaba el famoso empresario español



Matriz del calendario de faldilla que ha preparado AVICAE Amigos del
Camión Español con un motivo que hace referencia a la celebración en
2019 del centenario del nacimiento de Eduardo Barreiros
MADRID ─ Ayer fui nombrado socio de honor de la Asociación AVICAE Amigos del Camión Español y tras el nombramiento, el presidente de la misma. Luis Alberto Garrido, me entregó una copia de la matriz del tradicional calendario de faldilla que por estas fechas prepara AVICAE y que como puede verse en la ilustración que acompaña a estas líneas, está dedicada a la persona de Eduardo Barreiros, el popularísimo industrial español de cuyo nacimiento celebraremos al año que viene el primer centenario. En este comentario no voy a cargaros con datos técnicos, ni con detalles de la biografía del personaje, tan conocido en el sector. Sólo reviviré algunos recuerdos de mi infancia pues aunque yo comencé mi actividad periodística en el mundo de los vehículos industriales en 1970, justo cuando Chrysler se acababa de hacer cargo de la fábrica de Villaverde, mis primeros contactos con la actividad de Barreiros se habían producido indirectamente veinte años antes.

Aún no había cumplido los cinco años cuando el nacimiento de mi segunda hermana forzó a mis padres a buscar una vivienda más amplia y trasladarse del piso que ocupaban en la primera planta del nº 146 del Paseo de las Delicias, a muy pocos metros de la Glorieta de Legazpi, a otro situado en la tercera planta del nº 135 de la calle de Antonio López, nada más cruzar el río Manzanares, en un edificio cuya fachada aún exhibía, y continuaría exhibiendo durante muchos años, los balazos del asalto a Madrid de las tropas del General Franco durante nuestra Guerra Civil.

Pues bien, al pie de la fachada posterior de dicho edificio, la que daba al margen derecho del Manzanares, desarrollaba su actividad una empresa que entonces se denominaba Talleres Peláez, actividad que se centraba en el reacondicionamiento de viejos camiones propulsados por motores de gasolina como los ZIL y ZIS de origen ruso, cuyos motores acababa de empezar a transformar Barreiros para que en vez de gasolina consumieran gasóleo.

Precursores del Gerovital

Aquellos viejos vehículos llegaban a Talleres Peláez en un estado achacoso para ser sometidos a un proceso de rejuvenecimiento bastante más recio que el que muchos años después aplicaría la rumana doctora Aslan, creadora del Gerovital, para luchar contra el envejecimiento humano.

Y es que lo primero que hacía el personal de Talleres Peláez consistía en desmontar las viejas carrocerías de madera del chasis de aquellos viejos vehículos, auxiliándose con demasiada frecuencia de los correspondientes quitapenas. Aquellos golpes desesperaban a mi padre sobre todo en la época estival, pues con las ventanas abiertas de par en par era totalmente imposible conciliar el sueño a la hora de la siesta. Para mi padre, que se levantaba todos los días a las 5 de la mañana para ir a trabajar al Mercado Central de Frutas, Hortalizas y Verduras de Legazpi, conciliar una buena siesta era algo vital. Recuerdo como si las estuviera viendo, las broncas entre mi padre y otros vecinos que le apoyaban y el dueño de Talleres Peláez, al que lógicamente secundaba su plantilla.


Mi buen amigo Goyo Gómez me ayudó a desvelar algo
que para mí había sido una incógnita durante más de 60
años: ¿qué vehículo era éste junto al que aparezco con
la mayor de mis hermanas?. La foto, tomada en 1950,
en la calle de Maestro Arbós de Madrid, recoge un
NASH ambassador 600 sliptream sedán de año 1948.
(NOTA: el vehículo no pertenecía a mi familia)
Aquellas desvencijadas carrocerías eran depositadas en el terreno existente entre nuestra casa y la arbolada ribera derecha del Manzanares, que se convertía en improvisada campa de desguace, a la espera de ser revendidas o con frecuencia desmanteladas por el paso del tiempo y los daños que les infringían los que arrancaban trozos de aquella madera para alimentar la lumbre de sus humildes casas e incluso los desmanes de los chavales más mayores del barrio, cuando jugaban entre ellas.

Después se extraía el motor que luego supe que era enviado a las instalaciones de Barreiros en Villaverde, aún municipio independiente de Madrid, donde era reconvertido para poder funcionar con gasóleo. Mientras esperaban la llegada del motor transformado, no necesariamente el mismo que había sido enviado a transformar, los trabajadores de Talleres Peláez y sus quitapenas se dedicaban a preparar el chasis de los viejos camiones sobre todo para ser transformados en volquetes.

Especialización en volquetes

En esta última actividad se iría especializando Talleres Peláez hasta el punto de que la empresa pasaría a denominarse Volquetes Peláez años después, una denominación social a la que los lectores más veteranos situarán en la calle de Valentín Llaguno, en el madrileño barrio de Carabanchel.

Allí llegaron procedentes de los bajos de un edificio de varias plantas que el dueño de Talleres Peláez había construido años antes  en los números 4 y 6 de la calle de Amparo Usera, vía perpendicular a la calle de Antonio López,  con los pingües beneficios que le había proporcionado el reacondicionamiento de los viejos vehículos ZIL y ZIS, entre otras marcas, y la instalación en ellos de los motores Barreiros Diesel. Las oficinas centrales de Talleres Peláez continuarían estando por bastantes años en las dependencias de nueva construcción de Amparo Usera.

Hasta la construcción de ese nuevo edificio, el dueño de Talleres Peláez, cuyo nombre de pila no he conseguido recordar, había vivido casi enfrente de mi domicilio, en una casa situada en la esquina de la mencionada calle de Amparo Usera con la calle de Hermenegildo Bielsa, a pocos metros de las futuras dependencias de su empresa.


Anuncio de la carrocería para distribución de butano que Talleres
Peláez empezó a comercializar en los primeros años 60, aquí, la
vemos sobre un chassis-cabina de Barreiros Saeta
(Foto tomada del foro www.camiones.clasicos.com)
El fallecimiento de la primera esposa del señor Peláez tuvo gran resonancia en el barrio y aún recuerdo la carroza funeraria tirada por caballos que condujo su féretro al cementerio, algo que fue la comidilla del barrio durante mucho tiempo, siendo interpretado como muestra evidente del elevado nivel económico que había logrado Peláez instalando en los vehículos que reacondicionaba los motores transformados por Eduardo Barreiros a pocos kilómetros de distancia.

Y hasta aquí los recuerdos de un niño que desde la ventana de su casa pasaba horas enteras contemplando con suma curiosidad unos procesos industriales que muchos años después estarían íntimamente relacionados con su actividad profesional como periodista especializado en vehículos industriales.