jueves, 20 de febrero de 2020

LA EXPERIENCIA DE MI AMIGO ANDRÉS EN PEGASO: PÉRDIDAS Y MÁS PÉRDIDAS POR DOQUIER

🔸 Frustrado por la falta de reconocimiento de sus sugerencias para mejorar los procesos de fabricación, a los nueve meses de haber entrado a trabajar en el fabricante de camiones pidió la cuenta y se marchó a buscar otro empleo

Andrés, el protagonista de esta historia, estuvo trabajando en ENASA
cuando la compañía se aprestaba a reemplazar sus populares Comet
con cabina de líneas redondeadas por una nueva generación de
vehículos con las cabinas mucho más rectilíneas
MADRID ─ Mis lectores y amigos son conscientes de que en reiteradas ocasiones he rechazado la existencia de manos negras responsables de la desaparición de nuestras históricas marcas fabricantes de camiones ─Barreiros, ENASA (Pegaso) y Ebro─ y que, en contra de lo que defienden los mitos que en torno a ellas se han ido forjando con el tiempo, el verdadero origen de esa extinción hay que buscarlo dentro de las propias empresas, en los frecuentes y en ocasiones garrafales fallos cometidos en la gestión de las mismas. Pues bien, incidiendo en mi tesis de los fallos internos de gestión, resulta que ha dado la casualidad de que mi amigo Andrés me ha facilitado algunos datos sobre las experiencias que él recogió durante los nueve meses que estuvo trabajando en Pegaso.

Resulta que tras casi dos semanas en viaje de negocios por Europa, entre el jet lag, que aún no ha superado del todo, y la adrenalina que le produce el ajetreo del apretadísimo programa de actividades que se había marcado para este viaje y que el día a día le ha obligado a cambiar sobre la marcha en varias ocasiones, pues Andrés tiene el horario cambiado.

Para tratar de coger el sueño, Andrés se ayuda en ocasiones de los artículos publicados en esta web-blog y me acaba de comentar que uno de ellos, de la serie Recuerdos del Trastero, que hace referencia a las novedades que presentó ENASA para su gama de cabina cuadrada en el Salón de Barcelona de 1973, le hizo revivir experiencias del pasado.

Casi nueve meses trabajando en Pegaso

Tu artículo me trajo a la memoria los casi nueve meses que estuve trabajando en ENASA, en la época del Pegaso Comet, más o menos hacia aquellos primeros años 70 a que tú hacías referencia en ese artículo, me dice Andrés, que me indica que él trabajaba en la fundición que tenía ENASA, donde enseguida se percató de que, por ejemplo, como los hornos se apagaban los viernes por la tarde, los cubilotes (cubos que llevan el hierro fundido) y los propios hornos se enfriaban durante el sábado y el domingo, de manera que, cuando se volvían a encender el lunes siguiente, hasta que alcanzaban la temperatura de trabajo se había pasado media jornada.

Resultado: que en la otra media jornada las piezas salían con coqueras (huecos), lo que no era nada bueno, me explica Andrés. 

Pues bien, como en la fundición de ENASA había un buzón de sugerencias, ni corto ni perezoso, Andrés echó la suya en ese buzón, proponiendo hacer unas campanas de material refractario y roca mineral para que no se enfriaran.

¿Y qué pasó con tu sugerencia?, le pregunto.

Pues que cuando vieron que el autor de la propuesta era un chaval de 18 ó 19 años, que es la edad que más o menos tendría yo entonces, me mandaron a la mierda, me contesta Andrés.

Algunos lectores que no hayan leído los artículos que en su momento dediqué a la historia de mi amigo Andrés puede que estén pensando que era la reacción explicable por parte de los mandos y directivos de ENASA al ver que sugerencia en cuestión procedía de un pipiolo. A esos lectores les recomiendo que busquen en la parte más arriba y a la derecha de este comentario una ventanita que dice BUSCAR ARTÍCULOS y en ella escriban la frase La historia de Andrés, sin olvidarse del acento de Andrés.

Una mente privilegiada

Si lo han escrito correctamente, les aparecerán una serie de artículos seleccionados. Pues bien, busquen el primer capítulo de la increíble historia del personaje y en él descubrirán que mi amigo Andrés dio muestras de una inteligencia privilegiada ya desde niño, hasta el punto de haber sido considerado, años antes de entrar a trabajar en ENASA, el inventor más joven de España con patentes registradas oficialmente en nuestro país.

Andrés (círculo rojo) con los otros miembros de la primera Operación
Plus Ultra (1963) siendo recibidos por el general Franco
Sus inventos le habían llevado a ser seleccionado para la Operación Plus Ultra de 1963, un programa que la cadena SER había creado ese mismo año y con el que distinguía a los niños españoles que habían destacado por sus valores humanos, inteligencia, etc.

Aún más, en 1969, Andrés se alzó con el Premio Holanda de Jóvenes Inventores y Científicos, un concurso que organizaba Philips y que le fue entregado en Eindhoven, la ciudad holandesa en que se encuentra la sede central de esa compañía.

Volviendo a la etapa que Andrés pasó en ENASA, diremos que, de los hornos, nuestro protagonista fue destinado entonces a desbarbar o lijar piezas, bloques y culatas, donde pudo seguir comprobando que no había más que pérdidas y pérdidas por todos los sitios.

El jefe de la fundición era un tío que era falangista y se parecía mucho a Rafael Escamilla, el que fuera tu director en la revista VELOCIDAD, sobre todo los viernes en que venía vestido con traje de paleto en domingo. Se llamaba Ovidio y los chavales le decíamos: ¡OVIDIO, CÓMO TE ENVIDIO!, recuerda Andrés.

Propiedad intelectual usurpada

La sugerencia para evitar el enfriamiento de cubilotes y hornos no fue la única que mi amigo Andrés echó al buzón de sugerencias de la fundición de ENASA.

Los taqués de los empujadores de las válvulas de los motores se fundían entonces en hierro gris, en arena, y eran muy blandos por lo que se desgastaban enseguida. Por eso, en esta otra sugerencia propuse meter una placa de acero de 12,7 milímetros ─palastro se llamaba entonces─ para que la parte del fondo del taqué se hiciera de fundición blanca o dura, lo que se conseguía enfriándola rápidamente, me cuenta Andrés.

¿Y qué te dijeron los jefes?, le vuelvo a preguntar.


Andrés caricaturizado por Raúl Arias durante una
visita que el primero hizo a España en 1997
Pues no me dijeron nada, pero al cabo de cuatro meses nos llegaron de la oficina de Métodos y Tiempos unas hojas que vi que eran idénticas a las mías, con  la única diferencia de que en vez de poner placa de acero de 12,7 milímetros, ponía placa de acero de media pulgada, señala Andrés no sin cierto cabreo.

Para los que no estén muy familiarizados con las unidades inglesas de medida, aclararemos que media pulgada equivale justamente a 12,7 milímetros.

A partir de entonces, los chaveas de la fundición cambiamos la cantinela de ¡OVIDIO, CÓMO TE ENVIDIO! por la de ¡OVIDIO, CABRÓN, ERES UN COPIÓN!, añade Andrés, que reconoce que aquello le desmotivó tanto  que, a partir de entonces, siempre que podía, se escaqueaba de la fundición y se marchaba a ver las cadenas de montaje de las cabinas o las de mecanizado, hasta que un día, ya harto, se fue a la oficina de personal y pidió la cuenta.

Muchas veces, en las empresas, el enemigo no es la competencia, sino que el enemigo se tiene dentro... La verdad es que yo aprendí mucho en aquella fundición aunque, tristemente, en su mayor parte, fuera de lo que no había que hacer, concluye Andrés con tristeza.